Roberto Aceituno, psicólogo U. de Chile; Elizabeth Lira, decana Facultad de Psicología UAH; Matías Marchant, psicólogo y Pilar Soza, psicóloga y psicoanalista de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis.
En Chile la tasa de natalidad es cada vez menor. Se presume que la población del mañana será mayoritariamente adulta. Sin embargo, y en paralelo a estos cálculos, en los sectores más vulnerables de la sociedad se siguen concibiendo gran cantidad de niños en familias no aptas para hacerse cargo de ellos. Acá, el Estado debe intervenir y hacerse cargo de la crianza.
Cuando un niño vive en un hogar, son escasas las posibilidades de encontrar registros fotográficos que permitan construir un relato sobre su historia de vida. La desvinculación de esos niños desde sus cunas genuinas alejan los vínculos de sus memorias históricas y testimonios empíricos. ¿Cómo perpetuar y no anular la infancia sin que el olvido imposibilite la pregunta por el origen? Una respuesta la podemos encontrar en “El libro de la vida: Un lugar para la memoria”, del psicólogo y magíster en Filosofía Matías Marchant. El libro lanzado por Ediciones Universidad Alberto Hurtado y financiado por la Facultad de Psicología, luego de erigirse como ganador del concurso de publicaciones científicas que tiene anualmente la facultad.
En la presentación estuvieron presentes la psicóloga y psicoanalista de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis, Pilar Soza y el psicólogo y psicoanalista de la Universidad de Chile, Roberto Aceituno.
Uno de los tópicos importantes concebidos en el texto fue la memoria, en relación a ¿qué ocurre con los niños criados en centros estatales u hogares? ¿Pierden sus vínculos? Matías Marchant afirmó que uno de los desafíos del trabajo del psicoanálisis es “ayudar al trabajo de memoria y pensar lo ocurrido, volviéndolo a escribir. Volver a pensar y construir sobre la base de un pasado los nuevos vínculos del futuro”.
Por su parte, Aceituno afirmó que “la memoria es un olvido necesario y pasajero. Hay olvidos y olvidos, como hay memorias y memorias, porque a veces el olvido no permite transformaciones. No permite historia ni futuro”. El académico de la Universidad de Chile, afirmó que el olvido en ocasiones es una forma de hacer el duelo de nuestra infancia y “dejarle al pasado lo que le pertenece y abrirse a un futuro deseado”.