Fuente: La Tercera.com
Otro año que se fue y otro que llega. Habrán faltado los fuegos artificiales en la bahía de Valparaíso o en la torre Entel de Santiago, pero abundaron las fiestas y las resacas al día siguiente. Aunque al ánimo festivo, que se predica en los medios y la publicidad, y al que se abraza gran parte de la población, se contrapone otro menos llamativo, acaso minimizado, y más melancólico.
“No me gustan mucho las fechas de fin de año”, comenta Carlos, hombre de 30 años. “Si no fuera porque mi amiga está de cumpleaños el 1 de enero, me habría quedado en la casa”, remata.
¿Por qué no le gustan? Carlos no quiso ahondar en ello, pero otro asistente, atento a la conversación, y probablemente más desinhibido de lo habitual, reveló: “Es que se acuerda de un amigo que murió”.
No son pocas las personas que se sienten estresadas o incluso angustiadas cada fin de año. Un sentir que no se va por arte de magia cuando el reloj marca las 00:00 horas del primer día de enero: bien se puede extender por un tiempo que no tiene cuenta regresiva. Y las razones, a diferencia de lo que le ocurre a Carlos, no siempre tienen que ver con haber perdido a un ser querido.
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