Fuente: El Mostrador
Durante las últimas semanas, nos hemos conmocionado especialmente a partir inicio del caso de Antonia Barra, quien tomara la lamentable decisión de suicidarse a causa de un abuso sexual. Dentro de los casos recientes de violencia de género está además el de una familia de Santiago Centro, en donde el femicida mató a su pareja, a su suegra, golpeó al hermano de su pareja y se suicidó. En este escenario de pandemia, se ha producido una explosión de los casos de femicidios consumados, duplicándose la cifra respecto de la misma fecha del año anterior, según cifras del Ministerio Público. Los hechos son claros, la violencia de género se sufre en distintos espacios, y ni la protección que podrían ser nuestros hogares nos asegura estar libres de ella.
Bien lo sabemos a partir de un nuevo caso que nos estremece en estos semanas, el de la adolescente de 16 años Ámbar Cornejo Llanos, quién estuvo desaparecida durante 8 días hasta que fueron encontradas partes de su cuerpo en la residencia de la pareja de su madre, Hugo Bustamante. Es a él a quien se sindica como responsable, tras las pericias de rigor, por lo cual ha sido formalizado. Este hombre es un agresor conocido, pues fue liberado a los 11 años de cumplir condena por el doble homicidio calificado de su ex pareja y su hijo, de una pena de 27 años de prisión efectiva. Hasta aquí, la mayoría de las cosas son las que conocemos todos: repudio hacia el homicida, manifestaciones en las calles de Villa Alemana, cacerolazos y críticas, muchas críticas y responsabilización a otras mujeres que “propiciaron el escenario” para que esta desgracia tuviese lugar.
¿De dónde provienen las críticas? De los medios de comunicación, de las redes sociales, del mundo político, de la propia Subsecretaria de la Niñez, Carol Bown, entre otros. Esta última, incluso expresando su comprensión ante las voces ciudadanas que clamaban por restituir la pena de muerte, como si ésta pudiera contribuir a erradicar la violencia de género…
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