Fuente: La Tercera
Tener un esqueleto en el armario es una antigua metáfora inglesa que se usa para indicar que se está frente a un secreto inconfesable.
Pues bien, nuestra política migratoria tiene un esqueleto en el armario y a propósito de los últimos acontecimientos que se viven en Venezuela cobra mayor relevancia.
El secreto es que, desde que se inició el éxodo masivo de personas venezolanas producto de la fuerte crisis generada por el régimen autoritario de Maduro, Chile, a diferencia de otros países de la región, no ha dado ninguna respuesta, con medidas serías y responsables, a la situación de quienes han llegado buscando esa oportunidad que en su país no tienen.
Desde 2019 se aplica un visto consular que impide a las personas venezolanas ingresar de manera regular cuando se encuentran en la frontera chilena. Las personas no dejan de migrar por esta medida, sino que ingresan por pasos no habilitados. Decirles que ingresen de manera regular, como si estuviese a su alcance hacerlo, no es más que un eufemismo.
Una vez en el territorio nacional, no importa cuán trabajadores, responsables y honestos puedan ser, no hay forma de que puedan acceder a un permiso de residencia. A pesar de existir posibilidades para ello en la ley, la autoridad no les permite, bajo ninguna circunstancia, contar con un permiso de residencia regular.
En el pasado, frente a este tipo de situaciones (de personas en situación irregular) se implementaron en Chile procesos de regularización extraordinaria; en particular, los procesos de 1998,2007 y 2018 dan cuenta de ello. En América Latina y el Caribe se implementaron 51 procesos de regularización entre 2010 y 2019; y entre 2021 y 2022, otros 14 procesos.
Macarena Rodríguez es académica de la Facultad de Derecho y miembro del directorio del Servicio Jesuita a Migrantes.