Fuente: La Segunda
Miguel Pérez, académico y Director del Magíster en Antropologías Latinoamericanas UAH.
Un estudio de la Fundación Déficit Cero y el Centro de Políticas Públicas de la PUC estima que 641.421 familias en Chile no tienen vivienda, 81.643 de las cuales viven en campamentos. Tal fenómeno se ha complejizado por presencia de migrantes en estos espacios (56% en el caso de la Región Metropolitana), lo que nos invita a reconsiderar nuestros propios marcos interpretativos sobre la vivienda irregular.
En mi libro The Right to Dignity (Stanford University Press, 2022) explico que, en los noventa, la política de subsidios fue sumamente eficaz para paliar la crisis de vivienda: de 66.408 familias que vivían en campamentos en 1996 pasamos a 20.509 en 2007. Ya que los asentamientos irregulares serían virtualmente absorbidos por los programas estatales, se pensaba incluso en la posibilidad de erradicarlos definitivamente. De igual manera, quienes vivían en la informalidad aspiraban a obtener una vivienda propia no a través de la autoconstrucción (como ocurría a mediados del siglo XX), sino mediante la postulación a subsidios estatales.
Pero la reemergencia de campamentos ha puesto en cuestión tales premisas. En nuestro proyecto “CIVIM: Ciudadanía, Vivienda y Migración” (Fondecyt 1210743) hemos estudiado la toma Un Nuevo Amanecer de Cerrillos, asentamiento que congrega a dos mil familias, en su mayoría migrantes. Allí hemos visto que, frente a la precariedad del arriendo, los migrantes usan la autoconstrucción como un modo de materializar sus proyectos de permanencia en Chile. El campamento es un espacio que, aun con todas sus carencias, les permite imaginar formas situadas de inclusión a la sociedad chilena. Ya sea por su estatus migratorio o por desconocimiento, la postulación al subsidio no está en su horizonte inmediato. Ellos invierten sus ahorros en las viviendas y suelen construir “en definitivo”, con ladrillos de concreto que producen en una fábrica artesanal dentro de la ocupación, lo que difiere de la precariedad material que solía caracterizar a los campamentos del pasado. Para los migrantes, en contraste con los pobladores chilenos, el campamento no es necesariamente una etapa transitoria en camino a alcanzar la vivienda subsidiada.
Campamentos como el de Cerrillos nos exigen examinar cuidadosamente el conjunto de decisiones, aspiraciones y racionalidades de quienes viven allí. En estos casos, se requiere diversificar las soluciones porque el subsidio, sencillamente, resuelve poco. Si seguimos empleando antiguas miradas y estrategias al fenómeno de la vivienda irregular, no podremos comprender de qué forma estos actores responden a la crisis habitacional, ni generar políticas culturalmente pertinentes que la mitiguen.
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