Según el Ministerio de Salud de nuestro país, la salud mental es “la capacidad de las personas para interactuar entre sí y con el medio ambiente, de modo de promover el bienestar subjetivo, el desarrollo y uso óptimo de sus potencialidades psicológicas, cognitivas, afectivas y relacionales….”
Chile ha logrado avances en cuanto a la incorporación de políticas en materia de salud mental. Sin embargo, la población mantiene altas prevalencias de trastornos ansiosos, abuso y dependencia de sustancias, y depresión. Por su parte, las tasas de suicidio han descendido después de un ascenso preocupante, pero se mantienen en un número elevado y las licencias médicas por trastornos mentales ocupan el primer lugar como causa de reposo médico.
A pesar de que somos un país en vías de desarrollo, tenemos uno de los más altos niveles de desigualdad social del mundo, y, justamente son las personas de niveles socioeconómicos más bajos los que presentan mayores tasas de trastornos mentales. Esto claramente indica que la salud mental sí es un problema de la sociedad e involucra distintos actores, no sólo al ámbito de la salud, como podría pensarse. Tanto es así, que las personas que tienen afectada su salud mental sufren doblemente por el “estigma” que aún existe. Esto lleva a la exclusión social, al maltrato, a la falta de oportunidades, entre otras injusticias, que, con el tiempo, deterioran la salud mental de las personas. Es por ello que como sociedad debemos salir de este círculo vicioso, que es un círculo de pobreza y de exclusión, y la mejor manera es mediante el conocimiento cotidiano, informado o científico.
Para subsanar todas estas dificultades es que el Plan Nacional de Salud Mental (2017-2025) incluye las voces de personas con enfermedad mental y sus familiares como voceros válidos para tener control sobre sus vidas y sobre los dispositivos de atención que necesitan. También el Plan Nacional enfatiza el modelo comunitario de la salud mental intentando superar el aislamiento y desarraigo social y empoderando a la población consultante o sus familiares.
A pesar de estos esfuerzos, queda mucho camino por recorrer. Por un lado, el gasto en salud en nuestro país es muy bajo en relación a los países desarrollados, y en salud mental llega sólo al 2,4%, muy por debajo de la recomendación mínima de la Organización Mundial de la Salud. Es necesario también que se promulgue una Ley de Salud Mental que proporcione un marco legal para enfrentar diversas situaciones.
Por último, la investigación en salud, y particularmente en salud mental, es un elemento fundamental de cualquier propuesta para mejorar los sistemas y la atención directa de las personas, ya que al aplicarla a la práctica, se garantiza una mayor calidad de los servicios, además de un cuidado más ético y eficaz. Sin embargo, los fondos para investigación en Chile son escasos considerando la demanda de la comunidad de académicos, especialmente en la búsqueda de una mejoría de la calidad de vida y el bienestar de nuestros pacientes.
Paula Dagnino, Jefa Área Psicología Clínica de la Facultad de Psicología UAH.