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“La niña Isabel: tributo poético en movimiento”

Fuente: Le Monde diplomatique “Uno se despide insensiblementede pequeñas cosas. Lo mismo que un árbolen tiempo de otoño, se queda sin hojas.Al fin la tristeza, es la muerte lentade las […]

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Fuente: Le Monde diplomatique

“Uno se despide insensiblemente
de pequeñas cosas. Lo mismo que un árbol
en tiempo de otoño, se queda sin hojas.
Al fin la tristeza, es la muerte lenta
de las simples cosas”.
(Chavela Vargas)

El espacio intrauniversitario es un lugar de esos en que podemos palpar que la vida es movimiento. Un microcosmos que dona una experiencia que transcurre como si el ser pudiera apartarse del cotidiano que impone la vertiginosa ciudad compuesta de otros microcosmos ajenos y distantes. La labor de extensión cultural o de vinculación con el medio es fundamental para el cultivo espiritual de la ciudadanía. Este es el fondo que sustenta esta puesta en valor a la presentación de la compañía de danza de la Universidad Alberto Hurtado, dirigida por Matías Aravena Ávila.

“La niña Isabel” es un sensible tributo poético que mezcla la sonoridad, el cuerpo y las emociones. El lugar escogido para la presentación es una sala pequeña de la emblemática biblioteca Belarmino, la cual contiene ejemplares coloniales de propiedad de la Congregación Jesuita. Una atmósfera que recrea salones bohemios, a media luz en los que los cuerpos de las bailarinas y bailarines se van exponiendo a la mirada de un público en silencio capaz de percibir gestos íntimos como la respiración, el sonido de una prenda de vestir o el deslizamiento de la planta de los pies.

El centro argumental lleva un relato que se va componiendo de los silencios, las canciones, la voz de la homenajeada, los chirridos de la grabación, el movimiento de los cuerpos de los intérpretes. Revelando la calidez humana de otras épocas más abiertas a la palabra poética, al diálogo sensible que contribuye a la convivencia. Hermosa poesía contenida en esta presentación de danza contemporánea. Las escenas siempre acompañadas de canciones, una tras otra, la voz única de Chavela llenándonos de emoción: Amanecí otra vez, Catastro de resaca, Sin día sin noche, Roto amor, Masculina, Pequeño rayo de vida y Puro término.

Cada escena un desplazamiento biográfico, un nudo de existencia de la artista, impregnado en las canciones seleccionadas. Revelaciones de una intimidad que atravesó hacia lo público, como una manifiesto estético y político de esos que van socavando el patriarcalismo de nuestros territorios herederos de la colonización. Una presentación artística en movimiento que propone una visión crítica invitándonos a pensar desde ese hilo de las emociones.

Alex Ibarra Peña
Doctor en Estudios Americanos

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