Fuente: La Tercera
En la actualidad es el árbol que -da la impresión- está en la mayoría de los pulmones y arterias del Gran Santiago. Concebido por los paisajistas de la época como pieza fundamental en la construcción de los primeros parques capitalinos, el plátano oriental arribó al país a comienzos del siglo XX asumiendo la responsabilidad de embellecer las áreas verdes.
Sus características, entonces, parecían ser las adecuadas: imponente tamaño, resistencia a todo tipo de ambientes y una copa ancha, ideal para regalar sombra y hacerle frente al verano.
Su llegada, sin embargo, traería también consigo el elemento que lo convirtió en una especie tan controvertida, esa suerte de enemigo que saluda cada primavera: las alergias.
Para Hugo Ramos, historiador de la Universidad Alberto Hurtado, la elección del plátano oriental tiene respuesta principalmente en su tamaño y las incipientes ideas sobre urbanismo propias de la época.
“Las flores endémicas del Chile central, en especial los árboles, no se caracterizan por una gran altura. Entonces, el urbanismo, dentro de sus características, tiene que incluir especies que acompañen el tránsito. Y el plátano oriental fue una especie que se adaptó súper bien al territorio chileno y, además, creció más de lo que correspondía”, dice.
Otro factor determinante, cuenta Ramos, guarda relación con el tema del traslado.
“Las primeras especies se trajeron directamente de Francia, y estamos hablando de comienzos del siglo XX, donde todo se hacía por barco y todo demandaba una gran cantidad de tiempo. Entonces, el plátano oriental es un árbol muy noble, que soportó súper bien las distancias de traslado”.