Fuente: La Segunda
Mariana Callejas llevó una vida desdoblada, representando ejemplarmente cada una de sus personalidades: esposa, madre, escritora, dueña de casa y anfitriona de tertulias literarias. Todo esto, mientras desempeñaba su papel como agente de la DINA, actividad que nutría su escritura.
Nació en 1932 en Monte Patria, creció en la comuna de San Miguel, y desde chica mostró interés por el socialismo. No obstante, su historia dio un giro a los 18 años, cuando se casó con Paulo Silberg, un judío uruguayo que la acercó al sionismo. Poco después se trasladó a Israel, donde contrajo matrimonio con el estadounidense Allen Earnest, con quien tuvo tres hijos. En Nueva York, durante los años 50, comenzó a escribir cuentos, pero en 1960 dejó a su segundo marido y regresó a Chile con sus hijos.
De vuelta en Santiago, conoció al fotógrafo Bob Borowicz, quien le presentó a un joven estadounidense 11 años menor que ella, exalumno del Saint George. El amor fue fulminante y Callejas se casó con Michael Townley, un experto en electrónica, capaz de diseñar explosivos y colocar bombas. Años más tarde, ambos se verían implicados en el asesinato del general Carlos Prats en 1974.
Como recompensa por el crimen, el director de la DINA, Manuel Contreras, le regaló a la pareja una casa en Lo Curro. Esta vivienda funcionó simultáneamente como cuartel militar, taller literario (donde asistían escritores como Gonzalo Contreras, Carlos Franz y Car los Iturra) y hogar familiar.
Para intentar comprender la complejidad de esta mujer, conversamos con el periodista y escritor Juan Cristóbal Peña, director del Magíster en Periodismo Narrativo UAH y autor de “Letras Torcidas” (Ediciones UDP), un perfil recién publicado sobre Mariana Callejas que explora el enigma de quien se convirtió en un símbolo de la ambigüedad humana.