Fuente: Revista Mensaje
(…) Un aspecto del texto que resulta resulta de interés —en particular, al lector de literatura chilena— es aquel en el que Bisama exhibe las estrategias de montaje escritural utilizadas por Droguett. A partir de la construcción de un texto cronístico, y testimonial, como fuera Los asesinados del Seguro Obrero, de 1940, va a desplegar un proyecto proyecto de mayor complejidad, como fue Sesenta muertos en la escalera, obra con la que es galardonado con el Premio Municipal de Santiago (1954).
En ella Droguett unifica el relato, amasando un conjunto discursivo compuesto por crónicas, monólogos, folletín, testimonio y novela histórica. Lúcido exponente de una reflexión literaria, Droguett concibe una memoria narrativa que no busca imponerse por el grado de verdad o de evidencia fatídica. Se trata de tender, frente a los ojos de sus lectores, una memoria turbulenta, atenazada por las prisas del olvido, encarnada en voces y murmullos propios de la conciencia y de sus desgajados modos de sedimentar en diversidad de voces. La sangre derramada, aquella recobrada por Droguett en su libro de 1940, nacido al calor de la ira y la violencia, cobra una densidad densidad, al ser expuesta como un río polimorfo de géneros y vistas que adquieren fecundidad sensorial. El texto literario no se opone a otras formas discursivas por su fidelidad a la realidad, sino por la reinvención de ella a partir de las huellas inmanentes de la dramática lucha entre el olvido y las formas esquivas del recuerdo, entre entre las formas realistas y la irrupción caótica de la ficción.
Por Hugo Bello, académico del Departamento de Lengua y Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades.