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Fuente: El Mostrador El jueves 10 de abril de 2025 quedará marcado como un día triste. Lo que debía ser una fiesta de Colo Colo jugando Copa Libertadores a días […]
Fuente: El Mostrador
El jueves 10 de abril de 2025 quedará marcado como un día triste. Lo que debía ser una fiesta de Colo Colo jugando Copa Libertadores a días de su centenario, se transformó en una de las jornadas más oscuras del fútbol chileno, cuyas consecuencias deportivas aún están en vilo.
La muerte de una joven de 18 y un niño de 12 años –que tienen nuevamente en el ojo el actuar de Carabineros–, desnuda un problema que se ha prolongado por décadas y que ha dado todo tipo de alertas.
De la violencia asociada al fútbol se ha escrito mucho, tanto a nivel nacional como internacional, pero el problema que tiene el balompié chileno, además de ser sistémico y terminal, parece no tener una clara solución por tres grandes razones.
En primer lugar, estamos en presencia de un fenómeno social complejo. Y es que desde los años 90 se viene describiendo la expansión de una crisis a nivel social, provocada por el avance de una subjetividad neoliberal que ha hecho de extensos segmentos de la población individuos fragmentados, anómicos, apáticos y narcisistas, que no pueden velar más que por sus propios intereses inmediatos.
Esos grandes segmentos lumpenizados son el fracaso del modelo. Sin haber recibido una educación, sin acceso a la prometida movilidad, sin posibilidad de vivienda ni salud, despojados de sus redes e identidad comunitarias, familiar o de clase, viven buscando “salvarse”, actuando sin mediar nada más que sí mismos.
Sin empatía y con actitudes fascistas imponen por la fuerza sus deseos: microtraficando, haciendo un funeral narco de días tirando fuegos artificiales en la cabeza de sus vecinos; poniendo la música a todo volumen; disparando contra una reportera en una marcha del 1 de mayo o apuñalando a un joven en la marcha del 11 de septiembre, porque los desórdenes que él no organiza le molestan; secuestrando una micro para ir al estadio; saqueando el almacén de una persona humilde; o yendo al estadio sin entrada para hacer una avalancha.
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