Seguramente no hubo otro argumento más poderoso que la defensa de la vida la que llevó en Chile a la unión de la oposición. Los derechos humanos fueron la clave que juntó a los corazones democráticos. Los enemigos, o adversarios, aparcaron sus diferencias para luchar juntos por la libertad.
Elizabeth Lira es Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2017. Desde el primer periodo de la dictadura se comprometió con la defensa de los DD. HH. y a través del tiempo ha sido partícipe de las principales instancias nacionales vinculadas a la defensa y promoción de ellos.
¿Cuál es el aporte que ha hecho la lucha por los DD. HH. al restablecimiento de la democracia en Chile?
Hay que empezar por recordar que la violación de DD. HH. sorprendió a la sociedad chilena como algo para lo cual no tenía respuestas institucionales ni un marco cultural claro. La primera reacción fue solidaria. Muy probablemente, las personas pidieron ayuda a quienes consideraban que podían darles alguna protección. Los pastores evangélicos, los sacerdotes en las parroquias. La primera fue una iniciativa ecuménica creada por el cardenal Raúl Silva Henríquez, con algunos pastores evangélicos, principalmente el obispo Helmut Frenz, de la Iglesia Luterana, para organizar un comité ecuménico destinado a los refugiados en Chile y los chilenos perseguidos. El Comité para los Refugiados se llamó CONAR (comenzó a funcionar el 24 de septiembre de 1973) y tuvo apoyo de parte de Naciones Unidas y el Comité de Cooperación para la Paz en Chile, que encaró la defensa legal, la atención psicológica y psicosocial a las víctimas.
La dictadura se enfrentó fuertemente a las denuncias, reunidas por abogados, por trabajadoras sociales. Las evidencias alcanzaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, al Comité Internacional de Juristas, a Naciones Unidas, a Amnistía Internacional. Ello generó una gran hostilidad hacia los agentes denunciantes. El propósito de las denuncias era tratar de impedir que eso continuara. Hubo cientos de personas que se asilaron en embajadas.
Entre los años 73 y 76 hubo la dispersión de exiliados fue mundial. El exilio creó los primeros grupos de derechos humanos que hacían de caja de resonancia, especialmente en los países donde las denuncias eran más eficaces. Hubo grupos muy activos en Naciones Unidas en Ginebra, así como en Nueva York.
El tema de la denuncia de los derechos humanos acompañó a toda la dictadura, con una organización cada vez más profesional que le dio gran solvencia.
Cuando se empieza a vislumbrar que es posible terminar con la dictadura el único elemento de unidad nacional fue realmente el de los derechos humanos, y en torno al que se planteó buena parte del programa de la transición.