El liberalismo y el Estado laico

Señor Director:

En una carta reciente, el profesor Agustín Squella nos ilusta con importantes distinciones sobre los diferentes tipos de relación que podemos concebir entre el Estado y la religión. Con razón, rechaza tanto al Estado confesional como al Estado antireligioso, paradójicamente semejantes, pues ambos se identifican con una sola postura religiosa. La separación entre y Estado, la libertad religiosa y el pluralismo de nuestras sociedades no son posibles si el Estado adopta como propia una confesión religiosa o propugna la eliminación de las declarándose ateo.

Menos feliz es la descripción de lo que él llama el “Estado religioso”, a saber, aquel que estima que “las religiones son un bien para la sociedad y ayuda a todas ellas sin adoptar oficialmente ninguna”. ¿Por qué llamar “religioso” a un Estado que sin abanderizarse con ninguna religión promueve el florecimiento de distintas expresiones religiosas? Perfectamente podríamos llamarlo Estado laico, denominación que Squella reserva a aquel Estado que no promueve ni apoya ninguna expresión religiosa. Detrás de esta distinción, se encuentra la disputa sobre qué tipo de liberalismo tenemos que abrazar, tema sobre el cual el profesor Squella mucho nos ha enseñado…

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