Fuente: Revista Mensaje
Por Eduardo Saavedra, decano de la Facultad de Economía y Negocios y director académico del Centro Interdisciplinar de Políticas Públicas.
La apertura al comercio global le permite a Chile comerciar sus productos productos con el resto del mundo bajo las reglas de la competencia. El principal socio comercial de nuestro país es, por lejos, la República Popular China.
En efecto, según el Servicio Nacional de Aduanas, el 42% del comercio de Chile en 2023 fue con China, muy por encima del 15% que mantuvo con Estados Unidos y 6% con Corea del Sur, los dos países que le siguen en importancia. Estar abierto a importar y exportar productos no es sinónimo de voluntarismo a la hora de creer que los demás países llevan adelante su política comercial bajo las mismas reglas del juego que el nuestro.
Por esta razón, Chile tiene desde 1986 la institucionalidad necesaria para hacer frente a prácticas anticompetitivas anticompetitivas de sus socios comerciales, cuyas distorsiones de precios pueden dañar a las empresas y al empleo en nuestro país. Dichas prácticas pueden ser por dumping o por subsidios excesivos a las industrias locales.
En particular respecto del dumping, este consiste en que las empresas extranjeras venden el producto en su país de origen a un precio mayor que el que venden en nuestro país, lo que es un indicio fuerte de una práctica destinada a eliminar la competencia chilena, afectando con ello el empleo.
Esta práctica, tipo predatoria, beneficia a los que consumen el producto importado importado a un menor precio que el que obtendrían bajo condiciones competitivas, lo que se debería revertir una vez que haya quebrado la competencia local pues los importadores quedarían como el único proveedor en el mercado chileno.