Doctoras

Fuente: La Segunda

Hace unos días se publicaron los resultados de Becas Chile para doctorado, donde por primera vez se utilizó un criterio de paridad. Se adjudicaron fondos para 450 mujeres y 450 hombres. La medida no estuvo libre de controversia. Entre otros, se argumentó que, si las mujeres queremos igualdad, no merecemos un trato especial. Nuestras capacidades deberían hablar por sí mismas. La tesis de la meritocrática omite que las mujeres enfrentamos más barreras dentro de la producción de conocimiento. Desde prebásica se desincentiva que nos dediquemos a la matemática y se nos regalan muñecas para fomentar que seamos lindas cuidadoras. Si la persistencia lo permite e ingresamos al mundo académico, los obstáculos se intensifican; la evidencia muestra que a las mujeres se nos evalúa con mayor exigencia tanto en docencia como en investigación.

Si bien se puede argumentar que la evaluación científica es ciega, los estudios muestran que los revisores identifican que el proyecto está escrito por una mujer, pues no utilizamos términos como “innovación”. Cuando se presume escrito por una de nosotras, se le asigna un puntaje menor. Tenemos menos probabilidades de que nos acepten artículos científicos. El trabajo de cuidado tiene su contraparte en las universidades: somos quienes realizamos mayoritariamente las labores de gestión. Es decir, somos las encargadas de la vida doméstica institucional. Si superar la injusticia social no es razón suficiente, cabe agregar que se requiere de doctoras para hacer mejor ciencia. La forma de medir la distancia de una estrella se la debemos a Henrietta Swan Leavitt. Su genialidad está en la interpretación de los datos; compartió con múltiples astrónomos el acceso a placas fotográficas. Sin embargo, solo ella pudo saber a qué distancia estaban las estrellas de Cefeo…

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