Fuente: Revista Jesuita
Antes de asumir en la Universidad Alberto Hurtado (UAH), el padre Cristián del Campo se desempeñaba como capellán del Servicio Jesuita a Migrantes (2021-2023); había trabajado en el Colegio San Francisco Javier de Puerto Montt (2020-2021), como Superior Provincial de la Compañía (2013-2019) y como capellán de Un Techo Para Chile y Techo Internacional (2010-2013). Ya antes había sido parte de la UAH en dos periodos: entre 2000 y 2002, y entre 2005 y 2008.
De profesión ingeniero comercial (PUC), es bachiller en Teología y cuenta con un máster en Administración de Empresas y licenciatura en Teología Sagrada, ambos postgrados en Boston College (Estados Unidos).
Aquí comparte sus expectativas en torno a su gestión como rector y las ideas que tiene para abordar los desafíos de la educación superior en Chile.
—¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la Universidad?
El primer desafío de la Universidad, y que comparten muchas universidades hoy, tiene que ver con la sostenibilidad de proyectos complejos, que buscan formar personas, investigar, crear y transferir conocimiento y, así, contribuir al bien común de la sociedad. Aquí no solo se enseña, también se investiga, se crea conocimiento y arte, se desarrollan proyectos y extensión. Todo eso es necesario sostenerlo y financiarlo. Por eso estamos embarcados en hacer los cambios que se requieren para asegurar la sostenibilidad. Ese es el primer desafío que tenemos.
El segundo desafío asoma con el cambio de gobierno de la UAH, que se expresa evidentemente en el cambio de rector. Hoy tenemos la posibilidad de volver a hacernos preguntas que determinaron nuestra creación como universidad hace 27 años, pero considerando este nuevo Chile.
—¿Cómo se compatibiliza la gratuidad, de la que usted es partidario, con un proyecto como el de la UAH?
Nosotros somos una universidad privada, entendiendo por privada que nacemos desde la Compañía de Jesús, que es nuestro sostenedor, pero nuestra vocación es absolutamente pública. No somos una universidad que se preocupa solo de preguntas que son relevantes para los católicos; nos hemos jugado para que la Universidad Alberto Hurtado sea, antes que todo, una universidad. Ese es el sustantivo: ser universidad, ser universal, ser abiertos, que haya diversidad.
La Compañía de Jesús tiene una larga tradición en la educación superior y siempre ha entendido que esa es una vocación hacia lo público, de lo contrario no tendría sentido. Esa vocación se expresa en cosas muy concretas, desde las carreras que dictamos, el tipo de investigaciones que hacemos, hasta el lugar que hemos elegido para fundar la Universidad y para quedarnos.
—¿A qué aspira la UAH y cómo la sueña de aquí a 2030?
La Universidad Alberto Hurtado aspira a ser un espacio formativo donde cada cual pueda sacar lo mejor de sí, donde las personas se hacen dueñas de su realidad y su futuro. Un lugar estimulante, que exige, cuida y transmite a sus estudiantes el potencial transformador que tienen. Esa es la realización de nuestra misión, y es un esfuerzo que se da en todas las instancias que ofrecemos. ¿Y cómo la sueño? La sueño como una universidad moderna, inclusiva, relevante en la discusión pública; cumpliendo su misión, honrando aquello que declara. La sueño como una universidad de la que egresan personas felices de la experiencia universitaria que vivieron en la UAH.