Fuente: La Tercera
No es solo un eufemismo decir que la tecnología digital se volvió como el aire que respiramos: de acuerdo al informe Digital Report 2023, de We Are Social, el 64,4% de la población mundial tiene acceso a Internet, mientras que la International Data Corporation (IDC) estima que el 90% de las personas en el planeta posee un smartphone. Casi 5 mil millones tienen una cuenta de correo electrónico, Meta —la compañía tras Facebook, Instagram, Whatsapp y ahora Threads— registra más de 3 mil millones de usuarios, y servicios de streaming como Netflix y Spotify alcanzan los 221 millones y 515 millones de suscriptores, respectivamente.
En un par de décadas, el trabajo y el entretenimiento se concentraron en las pantallas, un mundo virtual, intangible y casi abstracto. Zuckerberg fracasó, al menos por ahora, en su intento por crear una realidad virtual con el metaverso, pero eso no detuvo a Apple de seguir una línea similar por medio de unos lentes que costarán nada menos que 3.500 dólares (algo así como 2 millones 800 mil pesos).
¿Cómo se sostiene —o soporta— todo esto? Gracias a la nube, pues, la misma que te permite almacenar tus archivos, documentos de trabajo, fotografías, correos electrónicos y videos personales. La nube: otra vez un concepto abstracto y etéreo como las redes móviles. Pero por más intangible que parezca, su uso requiere de un espacio físico y tiene también un impacto ambiental. Se trata de la huella de carbono digital.
“Se refiere a las emisiones de gases de efecto invernadero que provienen del uso de tecnologías de información y comunicaciones, en especial a las relacionadas con internet”, explica Rodrigo Guesalaga, académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Alberto Hurtado…
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