Fuente: El Mostrador
La socióloga Teresa Valdés, la abogada Lieta Vivaldi y la académica de la UDP Danitza Pérez, conversaron con El Mostrador Braga acerca de cómo los feminismos, a través de sus distintos enfoques, han resignificado la idea de violencia machista.
La violencia machista abarca todas aquellas acciones que contribuyen al menoscabo sistemático de la dignidad y la integridad física y mental de las mujeres, niñas, y personas con una identidad de género y/o sexualidad distinta a la normativa. Esta se ejerce bajo la referencia cultural del machismo como manifestación de la discriminación y de la situación de desigualdad en el marco de un sistema de relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.
El movimiento feminista y sus diversas organizaciones han puesto sobre la mesa la relación entre la violencia y las formas culturales de considerar a las mujeres inferiores a los hombres. De esta manera, los feminismos, a través de sus distintos enfoques y manifestaciones, han resignificado la idea de violencia machista y de género, aportando nuevas explicaciones a las causas de esta y siendo partícipe del tránsito de la denuncia de lo privado a lo público.
Redefinición de la violencia
Acciones como el #MeToo en octubre del 2017, donde se inició un movimiento para denunciar la agresión y el acoso sexual, a raíz de las acusaciones de abuso sexual contra el productor de cine y ejecutivo estadounidense Harvey Weinstein, fueron viralizadas incentivando a miles de personas a compartir sus historias como víctimas de violencia.
En Chile, tuvo un carácter parecido el apodado Mayo Feminista del 2018, cuando una ola de movilizaciones y manifestaciones se tomaron las calles, exigiendo un proceso de cambio social para erradicar el machismo imperante y el sistema patriarcal que ha sido estructural en el país. El énfasis en las denuncias contra las violencias machistas -sobre todo la violencia sexual- caracterizó las protestas que cobraron vida principalmente en las universidades.
De esta manera, acciones como las acusaciones públicas se convierten en una forma de acción política hacia acusados y/o victimarios de violencias de género, abriendo debates sobre el sentido de justicia asociado a ellas y su carácter colectivo.
La Socióloga y doctora en Ciencias Sociales, que se ha convertido en una de las referentes históricas del feminismo chileno, Teresa Valdés, afirmó en conversación con El Mostrador Braga que “la acción social colectiva de las mujeres no es independiente de procesos generales de cada sociedad”.
A su vez, existen casos donde la acción feminista se ha adelantado a profundizar lo que otros movimientos están manifestando. En Chile, en la última década hubo un ascenso de demandas sociales y populares. Con esto, las demandas de las mujeres enfatizaron en temas de sexualidad y de derechos sexuales y reproductivos, además de una lucha contra la violencia de género.
“El movimiento feminista ha sido fundamental para el cambio de las percepciones sociales sobre la violencia machista. Sin embargo, hay algo más importante que es que esta violencia es estructural”, señaló Valdés, y añadió que “si no es por la acción, el trabajo, la denuncia y la rebeldía feminista individual y colectiva, no se habría instalado la visión de que eso es un delito y que no puede ser aceptable”.
Actualmente, existe un rechazo cultural a la violencia, lo cual no quiere decir que esta desaparezca. De hecho, según la Encuesta de Violencia contra la Mujer en el Ámbito de Violencia Intrafamiliar y en Otros Espacios, de la Subsecretaría de Prevención del Delito, publicada el 2020, hubo un aumento estadísticamente significativo de violencia general entre las mediciones 2017 y 2020, de 38,2% a 41,4%.
Pero, en esta misma encuesta se muestra que el indicador vida aumentó, lo cual puede deberse -a modo de hipótesis, como se menciona en el documento- a que habría un reconocimiento de haber sido víctima del cual antes no existía conciencia, y al mismo tiempo se habría dejado de naturalizar actos violentos, como parte de las interacciones cotidianas. Esto significa, por tanto, una nueva manera de entender la violencia, resignificándola.