Decana de la Facultad de Psicología, Elizabeth Lira.
La Facultad de Psicología de la UAH dedicó al tema de los Derechos Humanos y la discriminación de las disidencias sexuales la versión número XIII de la Cátedra Ignacio Martín Baró, una figura clave en el desarrollo de la psicología social en América Latina, asesinado el 16 de noviembre de 1989 en El Salvador y cuyo enorme aporte en la formación de nuevos psicólogos continúa en las diversas escuelas de psicología del Continente. Pero más allá de su legado, cuántos jóvenes saben quién fue.
Conversamos con la académica, Elizabeth Lira que lo conoció en un congreso de la Sociedad Interamericana de Psicología (SIP) el año ‘87. El encuentro convocaba a académicos latinoamericanos, de España y Estados Unidos. En ese tiempo, él era el vicerrector académico de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), director de la Revista Psicología del Departamento de Psicología de esa universidad y del Instituto de Opinión Pública.
El Salvador vivía un conflicto armado que había empezado a los inicios de los años ’80. En la reunión de SIP, ambos psicólogos planificaron colaborar en la formación de profesionales en El Salvador para poder abordar los problemas de atención psicológica de niños, niñas, adultos y familias afectadas y víctimas de la guerra y la violencia.
“Nos conseguimos un fondo del Consejo Mundial de Iglesias para realizar el programa. En 1988 fuimos dos psicólogas y una psiquiatra del Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos desde Chile y trabajamos con profesionales y académicos del Departamento de Psicología de la UCA”.
Ambos trabajaron en varios proyectos que no alcanzaron a consolidarse. La decana recuerda que colaboraron con varios capítulos para el libro de psicología social de la guerra que iba a salir el ’89 y que Ignacio estaba preparando. Pero el libro apareció finalmente en 1990 después de su muerte. También habían preparado proyectos de investigación sobre las consecuencias de la represión política y la guerra en niños y adolescentes y planificaron realizar un estudio comparativo entre cuatro países Guatemala, El Salvador, Argentina y Chile, que se realizó en 1992.
A mediados de noviembre de 1989 se produjo una ofensiva del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) sobre San Salvador. Al atardecer del día 15, después de infructuosos intentos a lo largo del día, Elizabeth recuerda que hablaron por teléfono, él le señaló que le preocupaba la intensificación del conflicto, aunque estaba esperanzado en que los diálogos de paz avanzaran y pusieran fin a la guerra. “Nos dijo también que la universidad había sufrido varios atentados y que los jesuitas habían sido objeto de una campaña sostenida de ataques destemplados por la prensa y la radio Cuscatlán, individualizando a varios de ellos. Eran malas noticias. No nos dimos cuenta de que sería nuestra última conversación”, según escribió en revista Mensaje en 2019.
Pocas horas después, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, militares del batallón Atlacatl bajo las órdenes de un coronel asesinaron a los seis jesuitas que estaban en la casa y a la ama de llaves y su hija, que se quedaron allí, apreciando que sería un lugar seguro.
– ¿Cómo se enteró de su muerte? –
-Me enteré por una llamada de un amigo mío, también psicólogo, porque ese día me levanté muy temprano para ir a mi trabajo, no escuché noticias y el día anterior había conversado con él. A mí me pareció que la situación era muy alarmante pero lo que nadie previó fue que la decisión política de asesinarlo se había tomado. La gente no creía que eso fuera posible porque Ignacio Ellacuría S.J., rector de la universidad había sido parte de los diálogos y negociaciones con el Frente. El ejército asesinó a personas desarmadas en su propia casa en la mitad de la noche, muy representativo de las acciones represivas de las fuerzas armadas en muchos países durante la guerra fría, especialmente en El Salvador.
– ¿Cómo evalúa usted el proceso de justicia de este caso? –
-Hubo un juicio, se identificó a los responsables, pero la investigación fue muy difícil y la verdad creo que es muy penoso cuando la justicia es tardía, cuando una sentencia llega treinta años después. Los sacerdotes y las dos mujeres que se habían refugiado en la casa fueron ejecutados en la madrugada. La señora trabajaba en la casa y trajo a su hija para protegerla y el marido era el jardinero; estaba en el patio, en una caseta cuando entró el ejército y mató a Ignacio, a los jesuitas y a su esposa y a su hija. Ese hombre se quedó ahí, no se movió, no salió y es el testigo más importante de cómo ocurrieron los hechos.
-Cual diría Ud. que es lo más importante del legado de Ignacio Martín Baró –
– Creo que uno de los grandes legados que dejó fue el de promover el trabajo colaborativo entre profesionales que tenían las mismas realidades y distintos recursos y posibilidades de colaborar y aprender de otros. Él era un hombre que investigaba los problemas coyunturales de la sociedad salvadoreña y elaboraba materiales para la formación de psicólogos. Escribió muchos artículos que van mostrando la relación de conceptos psicológicos y procesos personales y sociales en condiciones de violencia y guerra. Lo que el escribió es muy inspirador para mucha gente que vive en otras latitudes en situaciones semejantes. Creo que uno de los grandes legados que dejó fue el enorme valor que tenía el trabajo colaborativo entre profesionales que tenían las mismas realidades y distintos recursos y posibilidades de colaborar y aprender de otros.
– ¿Qué es lo más inspirador que dejó en la manera de entender el rol del psicólogo? –
-Lo más inspirador es concebir el rol del profesional como alguien que tiene que estar al servicio de la gente y que tiene que tener en cuenta que el bagaje teórico del que dispone, le debe permitir comprender mejor, como ser humano, como profesional, como académico y también como ciudadano, las consecuencias de los hechos de violencia y sus consecuencias, para intervenir impidiendo su reproducción y reparando sus consecuencias.
– ¿Qué preguntas se haría del Continente hoy? –
-En el continente hay situaciones bien complejas que serían de su preocupación como, por ejemplo, la difícil postguerra que ha tenido Colombia en el sentido de haber formado acuerdos de paz y no haber logrado desmovilizar del todo a los grupos que estaban por la vía armada entonces la paz en ese país ha sido muy complicada e interferida. Estaría muy preocupado por la situación de El Salvador porque es un país que no hizo reconocimiento de víctimas ni de su reparación y tienen unos acuerdos de paz que no favorecieron al conjunto de la sociedad civil entonces es un país que hoy tienen un nivel de violencia común muy alta y un nivel de pobreza enorme que ha mantenido la migración hacia otros países y donde casi todas las secuelas de la guerra quedaron pendientes.
-Y en cuanto a Chile: ¿Qué le preocuparía? –
-Diría que nosotros hemos hecho un largo proceso de hacernos cargo de las víctimas y de la reparación, pero es evidente que hay una dimensión irreparable que no se resuelve con las políticas que se han implementado que creo que puede ser un elemento a tener siempre presente en los cambios políticos que estamos enfrentando. Si logramos tener una Constitución que represente a la mayoría del país, vamos a ver superado los legados de la transición, sin embargo, cuando uno supera una etapa abre otra y entonces implementar una constitución que reconozca los derechos de los distintos grupos que componen esta sociedad y que produzca condiciones de mayor equidad y justicia es muy estimulante, pero eso significa un trabajo de décadas. Tenemos un tiempo que está muy perturbado por la tecnología y cómo podemos comunicarnos con cualquier parte del mundo al instante también aparece la idea que al instante podríamos hacer los cambios en las relaciones sociales y en las instituciones y eso toma la misma lentitud y densidad que tenía cuando la gente se trasladaba a pie o a caballo, porque la cabeza de la gente demora en cambiar y procesar las ideas.
-Este año el tema de la cátedra Ignacio Martín Baró sj fue la discriminación de los grupos LGTB+. – ¿Por qué es relevante tratar este tema cuando se habla de derecho humanos? –
-Porque uno de los puntos más graves que tiene nuestra sociedad en cuanto a la injusticia es la discriminación. Es una forma de exclusión que hace muy difícil la vida, porque no aparece como una persecución abierta, sino que se da en el ámbito relacional. La reflexión académica sobre estos temas es una contribución para superar las condiciones de discriminación que son las que facilitan la odiosidad y la polarización. Todos respiramos que hay injusticias, pero no tenemos claro qué podemos hacer para que esa injusticia desaparezca y me parece a mí que poner la reflexión en el sistema es fundamental.
– ¿Este fin de semana se eligió al primer profesor abiertamente homosexual para liderar el Ministerio de Educación: ¿Cree que este nombramiento es un paso para instalar valores cono el respeto a la diversidad sexual o cree que la sociedad tiene aún demasiados prejuicios? –
-Creo que su elección se fundamenta en su trayectoria como profesor. Su nombramiento implica reconocer sus valores profesionales y personales. Y eso debiera ser suficiente.
La cátedra de la Facultad de Psicología Ignacio Martín Baró en su versión XIII se puede revisar completa en