El libro “Poder de clase y política laboral: Sindicatos, asociaciones empresariales y reforma en Chile”, de Pablo Pérez Ahumada, examina cómo los sindicatos y las asociaciones empresariales han influido en la configuración de las relaciones colectivas del trabajo desde 1990. Para ello, el libro, publicado por Ediciones UAH, analiza el rol que han tenido la Central Unitaria de Trabajadores y Trabajadoras (CUT) y la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) en las reformas laborales discutidas desde 1990 en adelante, y orientadas a cambiar el sistema de relaciones laborales. En esta conversación, Pérez reflexiona sobre reformas laborales; las características que tendría un modelo de negociación ramal; los aprendizajes históricos del sindicalismo chileno, y el impacto de las nuevas tecnologías en el mundo laboral.
—Pablo, abordas un tema crucial: el poder de clase y su reproducción. ¿Cómo explicas este concepto y su relevancia actual?
Lo que está detrás del libro es la pregunta de cómo las diferentes clases sociales se organizan colectivamente para defender sus intereses. En el caso específico que analizo, se trata de cómo la clase trabajadora, a través de sindicatos, y la clase empresarial, mediante gremios y asociaciones, influyen en las reformas laborales y en las relaciones colectivas del trabajo.
—Un tema recurrente en las discusiones laborales recientes es la negociación colectiva ramal. ¿Qué rol cumple este sistema y por qué no se ha implementado en Chile?
El libro analiza los intentos de reforma desde 1990 para superar la legislación heredada de la dictadura, que restringe la negociación colectiva por rama, que permite a los sindicatos negociar acuerdos generales para un sector económico, lo que fortalece su capacidad de representación. Sin embargo, en Chile ha sido difícil avanzar debido a la fragmentación sindical y la falta de voluntad política, especialmente de partidos que podrían atender estas demandas históricas.
—¿Cuáles son los principales beneficios de la negociación ramal para trabajadores y trabajadoras?
La experiencia internacional muestra que en países con negociación ramal, como varios en Europa, los salarios son más altos, la desigualdad salarial es menor y las condiciones de trabajo son mejores. Además, los sindicatos tienen más poder para influir políticamente y promover políticas redistributivas. También hay menos conflictividad laboral, ya que se establecen estándares mínimos que benefician tanto a trabajadoras(es) como a empleadores.
—¿Cómo afecta la tecnología a los sindicatos y qué desafíos plantea?
La introducción de nuevas tecnologías puede generar despidos masivos si no hay sindicatos que actúen como contrapeso. Un ejemplo es el trabajo en plataformas digitales, donde la falta de regulación y la naturaleza individualizada de estos empleos dificultan la organización sindical. También el teletrabajo plantea desafíos, como la pérdida de espacios de socialización laboral, fundamentales para la acción colectiva.
—¿La tasa de afiliación sindical en Chile se consideraría baja en comparación con otros países? ¿Cómo afecta esto al movimiento sindical?
En Chile, la afiliación sindical ronda el 20%, pero la cobertura de negociación colectiva es incluso menor, lo que refleja el impacto de una legislación centrada en la negociación a nivel de empresa. En contraste, países como Uruguay, con un sistema de negociación ramal, tienen tasas de cobertura del 95%, lo que fortalece significativamente al sindicalismo. Si comparamos con Europa estamos por debajo a los indicadores; al contrario, si comparamos con otros países de la región estamos en un número promedio de trabajadores sindicalizados.
—¿Cómo percibes el impacto de las nuevas tecnologías en el trabajo sindical y la organización de los trabajadores?
Las nuevas tecnologías ofrecen oportunidades y desafíos para el sindicalismo. Por un lado facilitan la comunicación y la organización entre trabajadores, permitiendo coordinar esfuerzos de forma más ágil y efectiva, incluso en sectores dispersos geográficamente. Pero también presentan riesgos como la precarización laboral, especialmente en el contexto de la economía de plataformas. Esto implica que los sindicatos deben adaptarse y encontrar estrategias para representar a estos nuevos tipos de trabajadores, cuyas condiciones y necesidades no siempre encajan en los modelos sindicales tradicionales.
—¿Qué cambios serían esenciales para avanzar en la política laboral en Chile?
Es fundamental establecer un sistema de negociación ramal que termine con la fragmentación sindical y las restricciones al derecho a huelga. Se requiere voluntad política para atender las demandas históricas del movimiento sindical. Sin este apoyo será difícil implementar cambios estructurales. Fortalecer a los sindicatos no solo beneficia a los trabajadores: es una forma de construir una sociedad más equitativa y menos conflictiva. Espero que este libro aporte al debate y a la acción política necesaria para lograrlo.