La egresada del Magíster en Clínica Relacional con niños, niñas y adolescentes de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado, Carolina Santelices, lanzará el próximo 3 de diciembre su libro “Mi hij@, un mundo por descubrir”, el cual reflexiona sobre la complejidad y los desafíos de la crianza. En su libro, Carolina propone herramientas para padres y madres que buscan comprender y fortalecer los vínculos con sus hijos e hijas desde la infancia hasta la adolescencia.
—Carolina, ¿de qué trata este libro?
El libro está enfocado en las relaciones entre padres, hijos e hijas, particularmente en los vínculos y la crianza. El objetivo principal es ayudar a los padres y madres a que les visualicen como personas únicas y en constante transformación, dependiendo de varios aspectos que se relacionen entre sí, por ejemplo, de su etapa del ciclo vital, su temperamento, experiencias y el contexto en el que viven.
—Hablas de un “viaje” en el título del libro. ¿Por qué esta metáfora?
La crianza es un proceso; un camino que requiere tiempo, energía y mucha paciencia. El título refleja la idea de ir descubriendo a nuestros hijos e hijas a lo largo de sus vidas, entendiendo que sus necesidades y características van cambiando con el tiempo. Lo importante es poner el foco en las habilidades y valores que queremos formar para sus vidas, no todo emerge en el corto plazo, porque están en proceso de formación.
—¿Qué herramientas pueden aplicar las madres y los padres en la adolescencia?
La adolescencia es una etapa desafiante. Es esperable que hijos e hijasbusquen diferenciarse de sus padres y madres y empiecen a explorar su propia identidad. Este proceso puede implicar cuestionamientos y, a veces, distanciamiento, lo que suele ser difícil para las personas adultas. Sin embargo, es crucial mantener una presencia cercana y afectuosa, sin invadir. El equilibrio entre guiar y respetar la autonomía es clave, no es un equilibrio fácil de lograr, pero tenemos que recordar que es una etapa de cambio: ya no son los niños o niñas de años anteriores, pero tampoco son personas adultas. En esta etapa de cambio, nosotros también estamos cambiando de acuerdo con nuestra propia etapa del ciclo vital, entonces el desafío es reinventar la relación. Con los hijos e hijas adolescentes hay que crear nuevos territorios; dejamos de tener autoridad adquirida y empieza a ser un derecho que es otorgado en un vínculo. El desafío es seguir guiando, no desde la imposición, sino que influyendo en ellos y ellas.
—¿Qué rol juega el contexto sociocultural en la crianza?
El contexto influye profundamente en las dinámicas familiares y en cómo se relacionan quienes las integran. El contexto cambia y dinámicas familiares cambian a la vez, como también la cultura infanto-juvenil. Hoy en día hay escasos espacios de encuentro; las largas jornadas laborales, las demandas escolares y distracciones como las pantallas dificultan la conexión emocional. A pesar de estas barreras, el libro enfatiza la importancia de intencionar y encontrar momentos de calidad para compartir con hijos e hijas, desde actividades simples como salir a caminar, compartir algún interés mutuo, mostrar interés por lo que hacen, por lo que les pasa, o simplemente estar presente, y con eso me refiero a estar en el aquí y ahora, propiciando momentos lo más despejados de distracciones mentales.
—¿Qué herramientas prácticas ofrece el libro para fortalecer estos vínculos?
Descubrir a cada hijo e hija en su propia particularidad implica mirarlos realmente, no en nuestro ideal. Desde ese conocimiento y aceptación podemos ajustar expectativas y exigencias. La idea es guiarles para desarrollar su potencial, reconociendo sus fortalezas, dificultades y sus necesidades particulares. Recomiendo tratar de ir siempre más allá de los comportamientos, entendiendo qué hay debajo, mostrando interés por comprenderles. Aunque no siempre vamos a acertar con lo que necesiten, el solo hecho de hacerles saber que son vistos, pensados y queridos por sus padres y madres fortalece el vínculo.
En lo más concreto y práctico, recomiendo crear instancias exclusivas para compartir con ellos y ellas en la medida de lo posible. Por ejemplo, algo tan sencillo como planificar una “salida con mamá” o “salida con papá”, en la que puedan conversar, disfrutar y estar presentes en su mundo. También es fundamental entender su perspectiva y dialogar desde el respeto mutuo.
—Para cerrar, ¿qué mensaje quieres dejar a los padres y madres que leen tu libro?
En mi trabajo con padres y madres veo que hay mucha confusión, culpa y desgaste por no saber cómo implementar herramientas que se están transmitiendo desde diferentes fuentes. Les diría que no todas las herramientas se ajustan a todos los hijos e hijas por igual, porque son personas únicas y diferentes. Quien debiera guiar en qué y cómo dirigir la crianza son ellas mismas, desde sus necesidades formativas. La crianza respetuosa va en reconocerles somo sujetos, personas que sienten, piensan y expresan señales de lo que necesitan. Nuestro desafío es intentar leer esas señales para responder de la mejor manera posible.
También quiero transmitir que la crianza es un camino, un proceso de siembra, donde lo que se haga de manera repetitiva se podrá cosechar con el tiempo. Es importante no buscar perfección, sino conexión. Al final del día, lo que los hijos e hijas necesitan es saber que son importantes y que sus padres y madres están presentes para guiarles, apoyarles y, sobre todo, valorarles por quienes son.