Ser presidente lo es todo en Latinoamérica, escribió el historiador español Antonio Navalón en el diario El País esta semana. Lo dijo reconociendo que en esta parte del continente con altos niveles de desigualdad, decidir el futuro de un pueblo es tan importante que justifica el sueño de los niños de algún día llegar a ser presidente.
Los jefes de Estado son figuras troncales del sistema y funcionan como barómetro para saber si estamos bien o estamos mal, agregó Navalón. Si hoy nos preguntamos: quiénes están bien en las naciones vecinas, claramente hay que ver cómo actúan sus mandatarios. Países como Argentina, Brasil y Venezuela están mal, ya sea por administraciones heredadas o por acciones propias. Nicolás Maduro, el heredero de Chávez, tiene a la nación sumergida en la incertidumbre. Cristina Kirchner, habiendo sido primera dama y ahora presidenta de Argentina usa Twitter como si fuera el boletín oficial del Estado. Y Brasil con la presidenta Dilma Rousseff ha desatado un escándalo superior con la crisis de Petrobas que tiene a 20 políticos presos de su coalición.
¿Y Chile? Donde la corrupción es inusual, país miembro de la OCDE, con un ingreso per cápita de US$20 mil, ocupa el puesto 21 de 175 del ranking de Transparencia Internacional. Nada de mal, sin embargo, la presidenta Michelle Bachelet vive el momento más complicado de sus dos gobiernos. La encuesta CADEM fue lapidaria con ella, le dio una aprobación de tan sólo un 29% y una desaprobación histórica de un 57% y la Adimark de marzo fue más brutal con un 61% de rechazo y un 31% de aprobación. Su gabinete tampoco fue percibido como un cuerpo político robusto, sólo marcó un 29% de apoyo. Estas cifras realmente son una poderosa voz que hace preguntarse si la adhesión de la ciudadanía se esfumó como consecuencia del caso Caval. Y si es así, ¿qué está en juego cuando los electores no creen en sus representantes?
La Universidad Alberto Hurtado respondió esta pregunta en el seminario “Los desafíos para un buen gobierno en el siglo XXI”, sesión que inauguró el año académico del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Sociales. Cecilia Osorio, directora de la carrera de Ciencia Política de la UAH y Doctor en Ciencias Políticas y Sociales de la Universitat Pompeu Fabra, explica que por definición un buen gobierno significa efectividad y capacidad de desarrollar políticas públicas con todos los actores políticos, desde el tercer sector, el mundo privado y el Estado en forma transparente y con rendición de cuentas; en ese sentido la comisión contra la corrupción y el tráfico de influencias ayuda en términos comunicacionales. En transparencia se ha avanzado, pero frente a la crisis actual de La Moneda el escenario es complejo porque es una crisis distinta a la que han vivido los gobiernos históricamente, dado que la desazón ciudadana ha derivado de una sucesión de eventos. “Lo de Caval produjo pena y frustración, hay molestia hacia la figura de la Presidenta y su entorno. La gente dice: ¡Esto no da para más!”. En este clima lo difícil es manejar las confianzas y más restablecerlas. En esa línea, una salida será su comportamiento en el pasado y que la gente pueda distinguir que la mala práctica no es de ella directamente, lo cual pueda revertir en algo el mal momento.
¿Una baja considerable en la credibilidad de un Presidente pone en juego la democracia?
La baja de confianza afecta la gobernabilidad, porque cuando no se le cree a un presidente, pasa que aunque lleve a cabo políticas públicas efectivas, se produce una brecha con lo que se piensa de él en el fuero interno.
¿Por qué es tan importante cuidar la figura del Presidente?
Chile es un país que suele tener una gran perspectiva y un gran cariño hacia la figura presidencial. Me consta que a Eduardo Frei y a Patricio Aylwin las personas les escribían cartas para que apadrinaran a sus hijos. Que se pierda eso, es relevante por la alta figuración, respeto y atribuciones de la figura que es superior a cualquier otro poder del Estado.
En ese sentido, según la académica tomar cartas en el asunto para revertir es posible desde medidas concretas pro regulación y transparencia, y desde un punto de vista comunicacional. Para avanzar, la mirada hay que ponerla en regular en forma estricta la relación dinero y política. “En nuestro país se han venido haciendo avances pro transparencia, pro participación ciudadana y ordenanzas que implican cuentas públicas que están en internet y pueden ser revisadas, pero no es suficiente porque escándalos como los de Penta, SQM y Caval que estallan juntos, tapan cualquier avance que se haga en esta línea”.
¿Cuál sería la clave para manejar mejor estas crisis en el futuro?
Distribuir el poder y no meter en una misma bolsa a todo el armado político porque eso genera la idea de que lo que ocurre en La Moneda es lo más importante, cuando a lo mejor el resto del país está funcionando bien con sus gobiernos locales. Ese podría ser un gran paso que alivie los quiebres dados por este tipo de contingencia. Si a eso le sumamos dar espacios de participación real al ciudadano de a pie, se podría estar en territorio de rearmar las confianzas.