La necesidad de protocolizar y normar lo que sucede al interior de las instituciones de educación superior que imparten Educación Parvularia, mediante la aplicación de los estándares de formación inicial docente y el examen habilitador al egreso, así como la necesidad de establecer una carrera docente que eleve salarios, fueron algunas de las propuestas debatidas durante el seminario “Educación Preescolar: el origen de la (des) igualdad”.
La actividad, que se llevó a cabo el pasado 15 de mayo y fue organizado por el CEPPE de la Universidad Católica, el CIAE de la Universidad de Chile y la Facultad de Educación de la Universidad Alberto Hurtado, dio inicio a un ciclo titulado Diálogos Académicos sobre el Futuro de la Educación Chilena, que durante este año estará centrado en los problemas, desafíos y prioridades que debieran guiar la política educacional del próximo gobierno.
En el primer encuentro, realizado en el Aula Magna de la UAH expusieron María Isabel Díaz, directora de Educación Parvularia de esa universidad; Marcela Pardo, Investigadora del CIAE de la Universidad de Chile; David Bravo, director del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile; y la subdirectora de Pregrado de la Escuela de Psicología de la UC, Katherine Strasser, quien moderó el debate final.
La profesora Katherine Strasser de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica, recordó que “muchas intervenciones en educación preescolar se pierden en la educación escolar”, por lo que ante todo es necesaria una buena articulación del sistema de formación. “La mirada debe ser integral para corregir los problemas desde la base. Esperamos que el financiamiento compartido se termine, pero mientras tanto, no lo perpetuemos a nivel de la sala cuna” recomendó.
Por su parte María Isabel Díaz, jefa de la carrera de Educación Parvularia de la UAH, respaldó la aplicación de estándares en el área, a los que definió como “expectativas concretas para el aprendizaje, que generan un fortalecimiento y entregan garantías al país. Hay que lograr un justo equilibrio entre la regulación del Estado y la autonomía de las instituciones formadoras”.
La profesora Díaz recordó que con la acreditación de las careras no basta, y que es necesario un examen habilitante individual al egreso de las mismas. Respecto a la habilitación de los jardines infantiles, sostuvo que el proceso debería ser obligatorio, no sólo para aquellos que perciben subvención del Estado.
El nivel de la educación preescolar se está normalizando y protocolizando. Pero es necesario recordar que la política no será efectiva si no existen marcos regulatorios que sostengan en el tiempo este proceso -manifestó.
Marcela Pardo, investigadora del CIAE de la Universidad de Chile, expuso sobre el “nudo crítico” que emerge en la formación de los educadores preescolares, y señaló que la educación parvularia es relevante en muchos aspectos: impacta positivamente sobre el desarrollo y aprendizaje de los niños, contribuye a disminuir las brechas entre distintos niveles socio económicos, e incluso contribuye a la equidad de género y salarial en el mercado laboral.
Pardo recordó que las investigaciones han observado que en las carreras de educación parvularia el marco de regulación es débil, que la acreditación es baja, que el cuerpo docente tiene pocos especialistas, escasamente vinculados a la investigación, y que existe una precariedad en la organización y déficit bibliográfico.
La investigadora del CIAE recordó que los mejores programas de formación se caracterizan por una alta selectividad, situación inversa a la que atraviesa Chile. “Hay que elevar los requisitos y mejorar las condiciones de las carreras. Hay que aumentar la regulación de todos los programas, exigir requisitos mínimos de ingreso de los nuevos estudiantes y resulta indispensable establecer una carrera docente que mejore los salarios ante todo”, recalcó.
El trabajo de la educadora de párvulo no está regulado. Todo depende del acuerdo entre el empleador y la profesional. Tal vez por ello, es que el nivel de ingresos es el más bajo del país del escalafón profesional. Falta una carrera docente, con estándares y carácter identitario. Y hay que partir de la dignidad de este trabajo –aseveró la investigadora.
David Bravo, director del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, expuso sobre “El origen de la desigualdad: evidencia longitudinal”, a partir de una investigación internacional que se realiza en conjunto con las universidades de Pennsylvania, Chicago, Maryland y la Universidad de California, Berkeley.
El estudio, detalló Bravo, parte de la observación de la desigualdad existente en Chile en varios niveles, tales como la desigualdad de ingresos y en el mercado laboral, la desigualdad en rendimientos y competencias en la etapa escolar y, sobre todo, las desigualdades cognitivas y de aprendizaje observada en la primera Infancia.
“Dime dónde estudiaste y te diré quién eres”, es la máxima aplicable a la realidad social chilena, aseguró el experto, ya que existe una reproducción de la condición o nivel socio económico de origen según el establecimiento en el que se estudia y el mercado laboral -y el consiguiente nivel de remuneración- donde termina ubicado el sujeto.
“Hay diferencias salariales, hay brechas por nivel socioeconómico, por resultados de PSU, y brechas en el mercado laboral. Y estas diferencias persisten 15 ó 20 años después”, advirtió el experto.
El director del Centro de Microdatos sostuvo la importancia de las intervenciones tempranas y reiteró la necesidad de un plan de seguimiento del desarrollo de los(as) niños(as).
“Los chilenos nacemos iguales, pero las diferencias emergen tempranamente, y se proyectan en el curso de la vida. La exposición temprana a riesgos pone a los niños en condiciones más adversas para su desarrollo. Los efectos a largo plazo en escolaridad y en nivel de ingreso contribuyen a la prevalencia de la desigualdad en la siguiente generación -indicó-. Las desigualdades se pueden reducir con intervenciones en los primeros años de vida”, enfatizó.
Es fundamental lo que se hace en la etapa preescolar. Ya a los 10 meses de edad surgen las primeras diferencias entre los niños en el vocabulario, expresión y motricidad. Y la brecha va aumentando. Algo sucede entre los 0 y los 36 meses de edad, que es cuando estas diferencias surgen de manera muy significativa -precisó.
Bravo sostuvo que, desde el punto de vista económico, “los programas de desarrollo infantil temprano se muestran rentables, aun cuando la recompensa es a largo plazo, 20 o más años”.
Entre los desafíos pendientes para la política pública, Bravo distinguió que es primordial establecer una Educación pre-escolar de calidad como un requisito fundamental, y que se hace necesaria también la evaluación del impacto de distintas políticas ya vigentes, como la expansión de salas cuna y la extensión del post-natal, entre otras.