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Cristóbal Madero SJ: “Reflexionar y actuar acorde a nuestra identidad es darle sentido y propósito a todo lo que hacemos”

Cristóbal Madero SJ asumió como vicerrector de Integración de la Universidad Alberto Hurtado en abril de este año, y desde entonces ha enfocado su gestión en dos pilares fundamentales: fortalecer la identidad jesuita —católica, humanista y pluralista de la Universidad— y ampliar los vínculos de la Institución con su medio local e internacional.

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Con una conexión profunda con la Universidad Alberto Hurtado, que va más allá de su actual cargo, Cristóbal Madero ingresó en el 2000 como parte de la segunda generación de estudiantes de Sociología. Fue aquí donde descubrió su vocación religiosa y decidió unirse a la Compañía de Jesús: “La Universidad ha marcado la segunda mitad de mi vida. Volví en 2018 como académico y ahora como vicerrector. Esta Institución ha sido muy importante para mí y para mi familia, ya que mis cuatro hermanos también estudiaron aquí”.

“En estos cuatro meses he podido constatar que nuestra comunidad necesita reflexionar continuamente sobre su identidad. Como universidad jesuita nos hace bien pensar en quiénes somos desde nuestra historia, desde lo que otros dicen de nosotros, y de lo que queremos ser. Esto nos ayuda a trabajar y estudiar con propósito”, parte diciendo.

Uno de los aspectos clave de su gestión ha sido la reorganización de la estructura de la Vicerrectoría de Integración, optimizando las funciones de sus unidades y rediseñando su enfoque.

Entre los cambios realizados, destaca la creación de la Dirección de Comunidad Universitaria (DCU) —área que dirige Andrea Espinoza—, una unidad destinada a fortalecer la convivencia estudiantil y otros aspectos internos: “Queremos consolidar la forma en que nos vinculamos hacia adentro como comunidad universitaria. Para eso, pusimos bajo esta dirección áreas clave como la convivencia estudiantil, y el Centro Universitario Ignaciano CUI”, detalla.

En ese sentido, incrementar la participación de la comunidad estudiantil en las actividades extracurriculares es uno de los principales retos que identifica. A pesar de la calidad de los programas existentes, como los voluntariados y los intercambios internacionales, el alcance sigue siendo limitado: “Por ejemplo, tenemos poco más de 100 estudiantes participando de los voluntariados, cuando la Universidad tiene 8.000”. Por eso, uno de sus focos está puesto en mejorar la difusión de los programas que existen para que el estudiantado conozca las alternativas que hay; los fondos a los cuales pueden postular; las distintas instancias que se ofrecen.

La formación complementaria, la necesidad de incrementar la participación en actividades extracurriculares, es —a su juicio— un valor que combina lo académico con la experiencia en el mundo real; una alianza muy apreciada en el mercado laboral: “Es impresionante cómo los empleadores valoran cada vez más la participación que hayan tenido los y las estudiantes en centros de estudiantes, en experiencias internacionales, en intervención social. Tenemos la responsabilidad de ofrecer a nuestros y nuestras estudiantes esas oportunidades”.

“No podemos dejar de hablar”

Asimismo, el sacerdote jesuita de 43 años asegura que la Universidad debe pensar su rol en el contexto local, nacional e internacional: “Nos entendemos mejor cuando nos miramos desde afuera: cómo nos ven nuestros exalumnos, nuestros pares internacionales y nuestro medio en general”, asegura.

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