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Carla Pinochet: “La precariedad laboral es una constante en los campos creativos” 

“La cultura puede ser un acto de resistencia, de deliberación y de construcción colectiva”, asegura Carla Pinochet Cobos al referirse a su último libro, La cultura descentrada: estudios sobre democracia […]

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“La cultura puede ser un acto de resistencia, de deliberación y de construcción colectiva”, asegura Carla Pinochet Cobos al referirse a su último libro, La cultura descentrada: estudios sobre democracia cultural en Chile y América Latina. En él, la investigadora reúne más de una década de reflexiones e investigaciones que abordan las complejidades del campo cultural en nuestra región. 

Publicado por Ediciones UAH, el libro se estructura en cuatro ejes que buscan seguir la ruta del ciclo cultural: cultura y ciudad, producción cultural, mediación, y recepción y participación cultural. A través de estos, Pinochet Cobos traza un mapa multidimensional sobre cómo entendemos, producimos y vivimos la cultura. 

—¿Qué motivó la creación de este libro y cómo se estructura? 

La cultura descentrada reúne textos que he escrito en los últimos diez años, desde que terminé el doctorado. El libro agrupa los ensayos en cuatro niveles. El primero, “Cultura y ciudad”, explora cómo las artes y fenómenos culturales activan reflexiones sobre el espacio público y nuestra convivencia. Incluye casos como los festivales culturales en ciudades como Santiago y Concepción, las intervenciones en la Villa San Luis y las expresiones artísticas del estallido social.  

El segundo eje aborda la producción cultural y las tensiones del trabajo creativo, marcado por condiciones laborales precarias. El tercer nivel, sobre mediación, analiza museos e instituciones culturales como espacios de reflexión social. Finalmente, el último capítulo explora la participación cultural, entendiendo la recepción como un acto creativo. Todos estos niveles y casos nos hablan de los desafíos contemporáneos de la democracia cultural. 

—¿A qué se refiere el concepto “cultura descentrada”? 

Algo que se encuentra “descentrado” ya no está donde solía estar: eso es lo que viene sucediendo con la definición de cultura. En el libro analizo cómo pasamos de una noción restringida de la cultura, asociada a las bellas artes y a la estética, a una más amplia y de origen antropológico, que incluye elementos cotidianos como ritos, cocina o vestimenta. Esto puede entenderse como una transición de la democratización cultural, que buscaba difundir cultura “legítima”, hacia la democracia cultural, que valida la diversidad de expresiones culturales y promueve la participación. Hay que remarcar que esa diversidad involucra polémicas y desacuerdos: la democracia cultural nos obliga prestar atención a ciertos objetos culturales incómodos. 

—Uno de los casos destacados es la Villa San Luis de Las Condes. ¿Qué rol juegan las artes en la memoria histórica? 

En el caso de la Villa San Luis, hubo un conjunto de intervenciones artísticas que permitieron activar, aunque de modo efímero, un diálogo simbólico en torno a esas ruinas. Estas expresiones no solo denuncian violencias históricas, sino que activan otros sentidos que nos llevan a pensar de quién y para quién es la ciudad en la actualidad. Generan reflexiones colectivas sobre nuestra historia y convivencia. 

—En el libro, ¿cómo se refleja la precariedad laboral de los sectores culturales? 

La precariedad laboral es una constante en los campos creativos, tanto en Chile como en otros países. Mi interés no era solo denunciar estas condiciones, sino entender algunas paradojas del sector. ¿Por qué muchos artistas se resisten a conceptualizar su labor como “trabajo”? Esto está ligado a valores como la libertad, la autonomía y la pasión creativa, que muchas veces chocan con las regulaciones laborales tradicionales y hacen eco en modelos emergentes del trabajo neoliberal. 

—El libro incluye una perspectiva regional. ¿Cómo se enmarca en América Latina? 

Aunque gran parte del contenido se centra en Chile, también hay casos de Paraguay, México y Perú. Más allá de eso, intento proponer una reflexión latinoamericanista sobre la democracia cultural, reconociendo toda una genealogía de experiencias locales que han buscado validar formas diversas de producción cultural, mucho antes de que la idea de “democracia cultural” fuera elaborada en el circuito académico anglosajón. 

—¿Qué papel juega la creación cultural en la sociedad? 

—Los productos culturales pueden ser plataformas para reflexionar sobre nuestras contradicciones y diferencias. Nos permiten imaginar modos de convivencia alternativos y desafiar la normalidad neoliberal que muchas veces invisibiliza ciertos relatos. La cultura, en ese sentido, es un acto de resistencia y un motor para construir colectivamente quiénes somos y quiénes queremos ser. 

La cultura descentrada invita a repensar las políticas culturales, no como transmisoras de un “canon” establecido, sino como herramientas para la inclusión y la transformación social. En un momento donde las tensiones sociales y las fracturas políticas marcan la pauta, el libro de Pinochet Cobos es un llamado a descentralizar, democratizar y redescubrir la cultura. 

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