Por Carmen Sepúlveda
Este año en Chile por primera vez se aplicó la paridad en la adjudicación de becas de doctorados. Así lo informó la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) que entregó 450 para mujeres y 450 para hombres. Si bien es un avance para el desarrollo profesional de muchas intelectuales, la pregunta es qué trabas siguen vigentes para aquellas que postulan a un posgrado en el extranjero y por qué no les resulta.
Para la doctora en Historia por la Universidad de California y egresada de Licenciatura y Magíster en Historia de la UAH, Javiera Letelier, la primera complejidad que enfrenta el mundo femenino en la academia es la conservadora brecha de tener que compatibilizar la maternidad con los estudios, “dificultad que los hombres no tienen”, dice. Y lo segundo es ver que el cambio cultural no avanza. Pare ella, Chile necesita de manera prioritaria impulsar una reforma sistémica que promueva la coparentalidad y la misma distribución de las tareas domésticas: “Es urgente terminar con la idea que es ‘natural’ que las mujeres asuman el cuidado de lo doméstico y los hijos”, señala.
—Expliquemos, por qué no es natural que la mujer se haga cargo del funcionamiento de la casa.
—No es natural, es una construcción de las sociedades capitalistas modernas y que ya es hora de cambiarla por algo más justo para nosotras. Si no pasan las dos cosas, la sala cuna y la distribución de las tareas domésticas, estamos condenados a seguir repitiendo el modelo donde se normaliza que es el hombre el que sale a estudiar al extranjero y la mujer la que lo acompaña a cuidar los hijos. Y no tengo nada en contra de eso, cada familia debería ser libre para elegir la distribución de roles que más le acomoden, pero si vamos a naturalizar que la mujer se hace cargo de casa e hijos porque así ha sido siempre, estamos fritas.
—¿Qué es lo más complejo de la brecha de género cuando se estudia un Phd?
—Es difícil asumir que una mujer por querer continuar sus estudios en el extranjero o tiene que hacerlo muy temprano en su carrera o deberá postergar su maternidad. En mi caso, tuve a mi hija aquí, pero el Estado de California es uno de los más progresistas de USA, aquí hay subsidios para la sala cuna y el jardín infantil. De otra forma no hubiera podido. Hubiera tenido que elegir entre ser mamá o terminar mi doctorado. No creo que muchos hombres hayan pasado por esa decisión. Por eso necesitamos un cambio cultural que deje de asumir que las mujeres deben estar a cargo del cuidado doméstico y eso sea reforzado por todos los frentes, en la educación, en los currículos de los colegios, en nuestra casa, en la mente de nuestras parejas y en lo que consumimos en los medios… si no, lo veo difícil. Mientras eso no pase, vamos a seguir teniendo condiciones laborales injustas que van a repercutir en que sea más difícil para las mujeres salir a estudiar afuera. Son soluciones complejas porque se necesitan muchos cambios, pero todo suma. Se necesitan soluciones para terminar con las microdesigualdades, como la carga mental, y con las macros, como la dificultad para ocupar puestos de poder y la desigualdad de sueldos. Que una mujer llegue a su casa, después de una jornada laboral de 8 horas, más 2 horas de trayecto y tenga que hacer el aseo, preparar la comida, servir la comida, hacerse cargo de las compras y de sus hijos… es angustiante de solo pensarlo. Eso no tiene por qué ser así. Lo normalizamos porque nos compramos la idea que eso era lo natural, pero no es así. Responde a una forma de vivir occidental, capitalista, que asumió muchas cosas y justificó otras amparada en falsas jerarquías de poder como el género, la clase y la raza. Por eso la subordinación de la mujer en la sociedad es difícil de cambiar. Está en todas partes. No es que no se pueda cambiar. Si cambió en una dirección podrá cambiar en otra, pero se necesita un proyecto sistémico comprometido con eso.
En la Universidad de California, Javiera Letelier realizó la investigación doctoral sobre el consumo y la promoción de los electrodomésticos en la clase media y en los sectores populares en los años 60 en Chile, en particular sobre la promoción del Estado de los electrodomésticos en el proceso de “desarrollar” Chile.
—Has construido una trayectoria brillante, ¿qué mensaje enviarías a las jóvenes que ven reducidas sus posibilidades de continuar sus estudios?
—Les diría que, si estudiar en el extranjero es lo que desean, lo intenten, aunque les parezca imposible. No quiero decir con esto que querer es poder. Soy consciente de los problemas que tenemos como sociedad y que no contribuyen a facilitar este plan, pero sí pienso que no hay peor trámite que el que no se hace. Hoy día pareciera que hay más opciones para poder optar a becas, aprender inglés, o ponerse en contacto con alguien que está afuera. Les diría que pregunten a las personas que lo hicieron cómo lo hicieron. Que pregunten en la Universidad por la ayuda que existe, que no tengan miedo en escribirle un correo a algún profesor o profesora con la que quieran trabajar y que no se desmoralicen si no funciona a la primera.
—¿Qué pilares, reconoces, entrega la UAH para lograr este camino?
—Lo que yo aprendí en Historia en la U. Alberto Hurtado fue lo que me permitió sentarme en una sale de clases en Estados Unidos y poder discutir de igual a igual con personas de todas partes del mundo. La verdad es que fue un alivio para mí cuando me di cuenta de que mis conocimientos eran los suficientes como para salir airosa en las clases y en los trabajos de investigación. Confieso que llegué muy asustada, fallar siempre es una posibilidad, pero la verdad es que no tenía motivos. Incluso me atrevería a decir que yo tenía algunas ventajas respecto de mis compañeros de generación. Me parece que yo tenía más experiencia en la investigación y que no era la primera vez que leía sobre Filosofía de la Historia y eso me lo dio mi formación en la UAH.