Donde los gritos de aliento y enojo se asumen en la bipolaridad de un partido, los seleccionados son quienes reciben un constante estímulo por parte de sus técnicos al vivir esta particular característica: la intensidad.
Por Nicolás Osorio
Comienza el partido y César Pushiel (DT Basquetbol Varones) ya está de pie con manos a la cintura. Rápidamente acompaña cada jugada moviéndose lo más cerca posible de los jugadores de campo. No para de caminar, comentar cada jugada y mira al techo cuando algo no sale bien. Un momento aparte, es cuando en cuclillas analiza las jugadas quedando al descubierto su concentración completa en el encuentro.
“Corre, vamos, sin foul” son las palabras que grita a viva voz Sebastián Orellana (DT Fustal) en cada partido. Y es que se llega a escuchar en todo el recinto deportivo cuando algo le molesta, le parece bueno o cuando uno de sus dirigidos se equivoca. Siempre está ahí, haciendo notar como él vive el cada cotejo. Con los brazos extendidos y puños cerrados, festeja cada gol de sus jugadores.
¿Cómo impacta esto en sus jugadores? Positivamente, son los mismos jugadores que en medio de los partidos toman la misma actitud, aprenden y viven de la misma manera los partidos. La intensidad que muestra el DT con sus dirigidos les genera complicidad dentro del campo de juego. Ambos técnicos gritan y viven el partido como uno más de la cancha. Su intensidad la viven de tal manera, que incluso se les acercan los árbitros para calmar los ánimos.
Son técnicos jóvenes que cuentan con ímpetu necesario para motivar a nuestros seleccionados, donde cada jugada hay que desarrollarla a la perfección. Porque es una selección que hay que defender y demuestran que son los colores que nos van a representar.