Cuando se termina el campeonato de la copa América Centenaria, hay países como Haití que haber participado en este certamen significó una pequeña tregua a todos los problemas civiles y de pobreza que vive su gente. Fenómeno no nuevo. El fútbol en particular y el deporte en general es esperanzador en todo el mundo para que la gente se evada durante unas horas, días o semanas de su pesada y, a veces, muy adversa cotidianeidad.
Es con esa esperanza que trabaja Juan Enrique Araya, egresado de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado que vive en Puerto Príncipe y está a cargo del programa social “Fútbol Más”.
Su quehacer es entrenar a niños que comen una vez al día y cumplen funciones de adultos a diario. Para entrenar usa las escuelas de Canaán que fue la zona que se pobló con las familias que perdieron todo post terremoto del 2010.
“Futbol más” es una instancia solidaria que nace el año 2008 con el objetivo de promover la resiliencia y la felicidad en niñas, niños y adolescentes que viven en contextos de alta vulnerabilidad social de Chile y el continente. Y en Haití, tiene como meta a través del deporte, desarrollar habilidades que puedan usarse en todos los ámbitos de su vida. “La felicidad es centrarse en valorar lo positivo, transformando la realidad”, comenta Araya.
Actualmente, la fundación está trabajando en siete regiones de Chile, además de tener presencia en Perú, Ecuador y Haití, con un total de 5000 niñas y niños, en más de 70 barrios.
Juan Enrique es uno de los voluntarios, que día a día enfrenta la realidad de la pobreza que para él es “bastante extrema”, por las delicadas cifras de este país en relación al desarrollo mundial. “Acá la precariedad es una constante, gran parte del país no tiene acceso a luz ni a agua potable, no hay trabajo, las condiciones de salud son muy complejas, existe un vacío considerable en el poder y por lo tanto mucha desconfianza”, explica.
El programa “Fútbol más” tiene la visión de que niños y niñas deben ser felices, que cada uno se sienta valioso por lo que es, independiente de sus condiciones sociales, capacidades físicas o características personales. Gracias a este principio, explica Juan Enrique se va encontrando paradójicamente mucha riqueza en el país y en cada uno de sus habitantes: “trabajamos desde el potencial de las personas, y desde valorar lo positivo para transformar la realidad”, comenta.
¿Cuáles son las dinámicas que se implementan con estos muchachos?: Se generan espacios protegidos y de vínculos significativos a través del deporte. Se instalan en el mundo desde la confianza hasta la autonomía. ¿Cómo? Potenciando factores como la expresión de emociones, la pertenencia, la autoestima, las relaciones interpersonales sanas y la resolución pacífica de conflictos, entre otras.
Trabajo que implica no sólo transmitir un mensaje, sino que vivirlo. “La felicidad es difícil de enseñarla, hay que irradiarla y eso es lo que hace de esta labor algo motivante, que me permite crecer más tolerante y desapegado, luchando por prioridades que siento valen la pena, a veces a alto costo, pero con la sensación de libertad que te regala el perseguir tus sueños”, concluye.
-¿Este sentido social estuvo siempre presente en tu formación educativa?
– Desde muy pequeño estuve ligado a trabajos comunitarios y de voluntariado social, y entrar a la Universidad Alberto Hurtado tenía sentido para seguir una pacífica batalla en busca de justicias y separación de brechas”, concluye.