Sabina Canales, Alumni Licenciatura en Lengua y Literatura UAH: “Tenemos que pensar en el gran aporte que puede generar la lingüística a la atención médico-paciente, y de esta forma a la salud pública”
Desde su egreso, Sabina se ha propuesto aportar a la salud pública de Chile a través de investigaciones que vinculan la lingüística y la salud. Actualmente es parte del equipo del Laboratorio de Fonética y Ciencias del Lenguaje UAH, un espacio donde analizan la sociedad desde las Ciencias del Habla y del Lenguaje. Con sus indagaciones buscan impactar en la vida de las personas y en los desafíos del país.
La vinculación entre la lingüística y la salud no suelen ser temáticas que se crucen tan a menudo. ¿Cómo surgió el interés por investigar esta relación?
Las experiencias personales marcan bastante. Cuando un familiar directo pasó por un cáncer, me vi enfrentada a estar muchas horas y días en hospitales públicos. Darme cuenta de la necesidad que tienen los pacientes en el sector público. Escuchaba a algunas personas diciendo que no sabían a qué le tenían más miedo: a la quimioterapia o a cómo los iban a atender. Esa experiencia fue muy fuerte, y fue ahí cuando me di cuenta que no solo faltaban jeringas, sino también una atención humana.
Fue en ese momento cuando notaste el potencial de la comunicación y la lingüística…
Claro, noté que la comunicación puede humanizar un hospital, una atención médica. Si nos centramos en esa comunicación efectiva vamos a poder generar una relación médico paciente mucho más fortalecida. Por eso tenemos que comprender el valor de la lingüística. Nos puede aportar muchísimo. Con nuestras investigaciones, pretendemos hacer un aporte a la salud pública. La lingüística puede hacer un aporte importante por medio de la interacción humano-humano, y nos puede ayudar a comprender muchos factores y determinantes sociales de los pacientes.
¿Cómo influyó la lingüística en tu forma de ver el mundo?
La lingüística me dio una mirada más social y me ayudó a entender que podía entregar un aporte social a través de las ciencias del lenguaje.
También trabajas en el Laboratorio de Fonética y Ciencias del Lenguaje UAH. ¿Qué iniciativas han surgido desde ese espacio?
En nuestro laboratorio estamos elaborando un kit comunicativo para pacientes oncológicos que pueda ser comprendido desde diferentes perspectivas: mirando, escuchando, tocando. Alguna forma puede calzar con el paciente y así podrá comprender una enfermedad tan complicada como el cáncer; una enfermedad larga, dolorosa. Y también comprender el cambio en el estilo de vida, en la alimentación, en el trabajo, en el trato con los hijos y en todo lo que nos rodea.
Cuando estabas estudiando en la UAH, ¿qué hito marcó tu interés por esta línea de investigación?
En un curso de metodología di el primer paso para mirar estos micro contextos y reflexionar cómo podíamos aportar desde la lingüística. La UAH me mostró la vocación de investigar, no solo para la academia, sino para las personas a quienes vamos a beneficiar. Con el paso del tiempo, entendemos que si el prestador de salud puede comprender esta interacción comunicativa, se va a ver beneficiado el paciente. Por ello, apuntamos a un aporte social, a pesar de que el paciente quizás no pueda leer la investigación.
¿Qué mensaje le darías a nuevas personas que están interesadas por la lingüística?
Que vean la lingüística más allá de lo que presentamos en las carreras. Durante el estallido social vimos todas las demandas de las personas, y en esos desafíos podemos incorporar la lingüística para hacer un aporte. Mi mensaje es mirar todos los macro y micro contextos y ver cómo la lingüista puede influir. Preguntarnos qué aspecto comunicacional existe en ese conflicto social, cómo la interacción comunicativa puede aportar, qué tipo de lenguaje se está usando, cuál es el tipo de uso lingüístico que se está criticando o dejando de lado.
En estos 25 años de la Universidad Alberto Hurtado, el nuevo lema es “Universidad para el bien común”. ¿Cómo definirías este concepto? ¿Qué reflexión te genera?
Nuestra universidad recibe muchos colores, muchas personas, de muchas comunas. Es muy bonito ver un mapa de Santiago en nuestra universidad. Para mi, el bien común es pensar en esa posibilidad: que a partir de su paso por esta universidad, las personas puedan acercarse a distintos pensamientos. Y que, a su vez, esas personas puedan llevar esas ideas a nuevas comunidades.