Señor Director:
Hace veinte años, el movimiento mapuche dice estar dando su última batalla. Dicen estar en la lucha definitiva por su supervivencia como pueblo y por el cuidado de un territorio que se desertifica por el extractivismo. La violencia política y los sabotajes a la industria forestal les parecen legítimos y necesarios.
Tristemente, en la vereda contraria, los sectores más conservadores de nuestra sociedad parecen estar hoy interpretando con la misma radicalidad la inminencia de una nueva Constitución y el derrumbe de un modelo que ampara sus privilegios. Interpretan el proceso constituyente como una batalla también decisiva en la defensa del legado de la dictadura. La extrema derecha supremacista, tanto de Santiago como de La Araucanía, decidió salir a las calles. Están organizados, ya sea en comandos de “El Rechazo” o en organizaciones gremiales y de agricultores. Insultan al Presidente por considerarlo “blando”, pero celebran a su nuevo ministro del Interior. Marchan protegidos por carabineros, mientras golpean a transeúntes en Providencia, o queman autos e intentan linchar a comuneros en Curacautín. A nivel electoral, su primer objetivo es agudizar el conflicto para postergar el plebiscito, y el segundo, que José Antonio Kast sea Presidente, o en su defecto, Joaquín Lavín. Están dispuestos a darlo todo. El tema es que el movimiento mapuche y el movimiento de “El Estallido”, también.
Necesitamos autoridades responsables que sepan gestionar políticamente, con diálogo real, las tensiones de un año decisivo, y no azuzar más el fuego.
Nicolás Rojas Pedemonte, Director Centro Vives SJ