Los días 7 y 11 de noviembre, la Dirección de Género, Diversidad y Equidad (DGDE) junto al área de Convivencia de la Dirección de Comunidad Universitaria (DCU) organizaron el taller “Una comunidad que vivió una funa ¿cómo sigue conviviendo?”. La actividad estuvo enfocada en estudiantes de distintas carreras, con el fin de analizar y repensar el fenómeno de la funa desde una perspectiva que favorezca el diálogo y la convivencia respetuosa.
Este taller, en el que participaron estudiantes de Trabajo Social, Sociología, Psicología y Pedagogía General Básica, buscó generar un espacio deliberativo donde se reflexionó sobre las implicancias y consecuencias de la funa, así como sus orígenes históricos y manifestaciones en distintos contextos sociales.
“Me pareció una instancia muy importante para poder reflexionar y dialogar de una forma colectiva”, comenta Omara Garrido, estudiante de Trabajo Social. “Un aprendizaje con el cual me quedo es que es importante poder abordar la funa desde una perspectiva de género y desde la justicia restaurativa para las víctimas”, agrega.
Durante las jornadas se abordaron temas como el origen de la funa y su evolución, desde los años 90 hasta la actualidad. Además, se realizó un análisis comparativo que permitió comprender las expectativas de quienes deciden realizar una funa, y cómo estas han cambiado en las últimas décadas.
Respecto a este tema, Ximena Díaz, analista de género de la DGDE, señala que “es importante hablar de esto porque es un fenómeno común en el contexto universitario como forma de resolver un conflicto. Suele concebirse como un tema complejo e incómodo y por ende se evita, o bien se aborda de manera reactiva, una vez aparece una denuncia pública que tiene repercusiones en nuestro entorno inmediato”.
En ese sentido, uno de los aspectos más relevantes fue la reflexión en torno a los efectos de la funa en la comunidad y en las personas involucradas. Desde un enfoque que prioriza el abordaje de conflictos, el taller invitó a repensar la funa bajo un paradigma alternativo, haciendo énfasis en la importancia de considerar la voluntariedad y las necesidades de las personas afectadas, promoviendo una forma de resolución de conflictos que integre tanto a las partes involucradas como a la comunidad en general.
“Estos espacios abren la posibilidad de que integrantes de una comunidad se puedan encontrar en un lugar de diálogo, seguro, donde saben que van a tener la chance de poder ver a otras personas con las cuales habitualmente no se reflexiona sobre estos temas, para construir la idea de algo común”, concluye Francisco Farías, coordinador de convivencia universitaria de la DCU.