Fuente: CIPER
De acuerdo con el informe de The Future of Sex Report (2015), en 2030 la mayoría de las personas practicarán algún tipo de sexo virtual, y para el 2050 se estima que el sexo entre personas y robots podría superar al de los humanos. Este cambio radical en la dinámica sexual refleja una tendencia hacia la integración de los robots en nuestras vidas. Estamos presenciando una transformación fundamental en la forma en que nos relacionamos con la tecnología, pero también con nosotros mismos.
Los robots sexuales ya son una realidad, y esto nos lleva a plantear muchos dilemas éticos. En su libro Sex Robot: el amor en la era de las máquinas (2021), Maurizio Balistreri señala que, si bien actualmente los prototipos son algo toscos y poco sofisticados, pronto la tecnología podrá producir robots cada vez más similares a los seres humanos.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿sería considerado una infidelidad descubrir a nuestra pareja usando un robot de este tipo? ¿Calificará algo así como una acción moralmente reprochable? ¿Las relaciones con robots sexuales podrían fomentar la violencia o abusos contra las mujeres? ¿La comercialización de los robots sexuales reducirá la prostitución? Además, surge la cuestión de si siempre veremos a los robots como simples objetos, o si algún día podrían convertirse en nuestros compañeros y adquirir la relevancia moral de la que actualmente carecen. —Daniela Alegría, Facultad de Filosofía y Humanidades UAH.
La primera vez que se utilizó el término ‘robot’ fue en 1921, cuando en la obra de teatro R.U.R. (Robots Universales Rossum), el dramaturgo checo Karel ?apek (1890–1938) buscó nombrar a seres artificiales capaces de realizar trabajos forzados. Desde entonces, este término ha sido ampliamente utilizado tanto en la literatura como en la ciencia. Hoy en día contamos con robots tanto con cuerpos físicos como sin ellos (por ejemplo, un software), así como entidades virtuales (como Siri o Alexa) [BALISTRERI 2021]. En la actualidad, nos encontramos cada vez más con robots diseñados para diversas tareas, como ayudar en labores domésticas y de cuidados [MARTÍNEZ-LÓPEZ et. al 2024], para desplazarnos en automóviles sin conductores [LIN 2016; GOODAL 2014], e incluso para aplicaciones militares.
Con el avance hacia el desarrollo de robots cada vez más similares a los seres humanos (androides) surgirán dilemas morales relacionados con la naturaleza de la relación que estableceremos con ellos. Es probable que en el futuro interactuemos de manera más frecuente con robots dotados de inteligencia artificial (IA) integrada. En efecto, en la actualidad las interacciones con sistemas de IA están sustituyendo cada vez más a nuestras interacciones con otras personas. Por ejemplo, cada vez es más común pedir consejo a un chatbot en lugar de un amigo o familiar [COGHLAN 2023]. Estas variadas interacciones con los sistemas de IA plantean importantes cuestiones filosóficas. Por ejemplo, ¿pueden las relaciones con las IA sustituir las interacciones humanas? ¿Es posible entablar una relación de intimidad, lealtad o incluso amor con una IA?