Fuente: El Mostrador
Desde 1999 la UNESCO celebra el Día Mundial de la Poesía, como reconocimiento al poder de síntesis y resumen de belleza que ella supone y que enaltece a las lenguas en las que se escribe o cultiva. América ha dado al mundo muchos poetas, y grandes lectores, que han contribuido a hacer de ella un medio de expresión de pensamientos, vislumbres, emociones e imaginación de mundos que sólo el lector puede poner en acto mediante la lectura o la pronunciación. Aquí recordamos a dos poetas y lectores americanos que han dado a la historia americana un lugar importante en la formación de la tradición poética mundial.
En 1915, el escritor mexicano Alfonso Reyes (1889-1959), refugiado en España en gran medida por razones políticas que afectaban a su familia, escribe un ensayo que en un primer momento llevaba por título “1519” y que se publicó como “Visión de Anáhuac”. En este ensayo, que tiene la estructura de cantos y que es el esbozo de una tesis, Reyes, acaso abrumado por ver cómo la revolución mexicana pone a su lejana patria en las portadas de los diarios europeos con noticias de muerte y anarquía, recupera el pasado luminoso y culto que existía antes de la llegada de los españoles a Mesoamérica.
Reyes había llegado a Europa después de que su padre, Bernardo Reyes (1850-1913), gobernador del estado de León en la época de Porfirio Díaz (1830-1915), en una década de sangre y revuelta, había sido fusilado. La escritura de este ensayo, que en su título invertía el tiempo, 1519 en contraste con 1915, propone la revisión y la reversión del tiempo histórico. El México de 1915 se trunca en una guerra cruenta de bandos y partidos, de insurgentes y militares, de indígenas, mestizos y criollos, que no acaba por resolver el conflicto desatado con el levantamiento de Francisco Madero (1873-1913), insurrecto y demócrata opositor de la reelección de Porfirio Díaz, que había llamado a desobedecer a la tiranía de los oligarcas mexicanos encabezados por este último.
Reyes, en su texto, evoca el pasado mesoamericano, pleno de variedad de culturas, de lenguas, de costumbres culinarias y religiosas, de artes de la cerámica y de diversas formas de escritura, de textiles y de organización política, de hábitos refinados y de una gentil convivencia en torno a mitos religiosos y relatos heroicos que, según habían constatados los colonizadores europeos en sus textos, daban cuenta de una auténtica civilización que no tenía nada que envidiar a los mitos fundacionales que movían o justificaban las políticas expansivas de los avasalladores conquistadores europeos. Sin duda, como poeta que es, Reyes realza un pasado mitológico que contrasta con la degradación en la que su pueblo y sus compatriotas se desviven y mueren en ese momento.
Por Hugo Bello, académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades UAH.