Fuente: Biobío
Desde tiempos inmemoriales las bibliotecas han sido asociadas al conocimiento. ¿Quién no ha oído hablar de la Biblioteca de Alejandría, famosa por su destrucción a causa de un incendio devastador? Independiente de que en la actualidad se ha demostrado que dicho incendio tiene más de mito que de realidad, dicha biblioteca constituyó durante siglos un destacado centro de actividad intelectual.
A lo largo de la historia, lo que todas las bibliotecas han tenido en común es la puesta en valor del conocimiento escrito, o registrado en algún soporte a cuya información puede acceder un tercero. Su evolución ha cambiado su rol, fundamentalmente acumulador de conocimiento, a uno donde son consideradas un ente vital para la educación, la cultura, la inclusión y la información.
En la actualidad, bibliotecarios y bibliotecarias deben ser profesionales altamente competentes, que orienten, acompañen y guíen a las personas en el acceso a la información y que desafíen día a día los vertiginosos avances en sistemas de información y nuevas tecnologías.
Es una profesión fundamentalmente social: nuestra misión es el servicio a la comunidad y nuestras principales herramientas son la biblioteca y sus contenidos. Pero, ¿qué pasa cuando se rompen los paradigmas y los contenidos no están escritos o registrados en un soporte?
La biblioteca humana —concepto que nace a fines de los 90— no presta libros, sino que es un lugar donde se comparten historias personales para romper estereotipos y prejuicios a través de instancias de cercanía y conversación, que han alcanzado gran popularidad en el mundo porque parten de la premisa de que los expositores, lejos de dar una cátedra distanciada de los asistentes, toman la posición de libros humanos y comparten experiencias con un relato único.
Al igual que la lectura, conversar con otro es un ejercicio íntimo, profundo y enriquecedor: se expanden las fronteras del mundo, se abre la posibilidad de experimentar otras vidas y se descubren facetas inesperadas de la realidad.
Estar a la vanguardia de la profesión bibliotecaria no es simplemente estar al día en las nuevas tecnologías, sino también en estas tendencias que promueven el respeto y la empatía en un mundo cada vez más hiperconectado, donde es fácil perder la tolerancia y la comprensión de nuestras diferencias como personas.
La experiencia ya se ha abordado desde la carrera de Gestión de Información, Bibliotecología y Archivística de la Universidad Alberto Hurtado, a través de cursos que se realizan con la metodología Aprendizaje + Servicio, y nos sentimos muy orgullosos de formar profesionales conscientes de la realidad.