Fuente: El Mostrador
Las actuales proyecciones económicas se están sesgando al alza más por los deseos de crecer de los analistas que por hechos objetivos. Sobre todo, en un escenario tan complejo –y por qué no decir grave– como el actual.
Primero, empecemos por el crecimiento que debemos recuperar, la caída del PIB el 2020 en Chile fue de -6.0%. Esta caída está dentro del rango superior experimentado por el mundo, es decir, la fuerza de la crisis en nuestro país fue mayor que la experimentada en promedio en varios otros países. Segundo, las expectativas económicas en enero del 2020 eran de un crecimiento para ese año de 1,2%. En consecuencia, sumando la caída del PIB, -6.0%, y lo que no se creció el 2020, 1,2%, tenemos que se perdió un 7,2% de crecimiento del PIB el año pasado.
Con relación a los recursos que contamos, tenemos que la fuerza de trabajo en igual período se contrajo dramáticamente, básicamente contamos con un millón menos de empleos. Por otro lado, la formación bruta de capital fijo cayó en un -11,7% y la importación de bienes intermedios necesarios para la producción de bienes finales cayó en casi un -14.0%. Adicionalmente, el precio del petróleo WTI era de 57,5 dólares el barril, en cambio, en junio del 2021 fue de 71,3.
En forma paralela, nos hemos beneficiado con aumentos espectaculares del precio del cobre de 2,7 dólares la libra a 4,4 en igual período del aumento del precio del petróleo. Por el lado de la política económica el comportamiento ha sido dispar, la deuda pública el 2020 subió en 4,2% del PIB, que es comparable con el soporte que han hecho otras economías emergentes para enfrentar la emergencia de la crisis. El esfuerzo del gobierno se ha focalizado exitosamente en la vacunación. Lamentablemente, el Banco Central subió sorpresiva y desentonadamente –con relación a sus contrapartes internacionales– su tasa de política a 0.75%…
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