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Saqueo y consumo

Columna de opinión del académico Luis Cornejo, Director del Departamento de Antropología UAH.

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El movimiento social que se ha levantado en Chile en los últimos días por medio de protestas, marchas y concentraciones, acompañadas en ciertos casos de brotes de violencia espontánea o conducida por pequeños grupos antisistema, expresa el malestar frente a una serie de efectos del sistema neoliberal impuesto en Chile, el cual ha construido una sociedad altamente segregada y desigual. Especialmente en los últimos años, una serie de señales han hecho más evidente que la mayor parte de la ciudadanía está en una gran desventaja frente a las exigencias y límites que el mercado, la justicia o la institucionalidad vigente les impone. No obstante, una de las expresiones más notorias de esta revuelta son los saqueos de supermercados y otros comercios, los cuales representan una situación que creo va en una línea completamente distinta a las anteriores. Para entender esto es necesario tener presente que estas acciones han ocurrido en varias otras oportunidades en los últimos años, en algunos casos ante situaciones catastróficas como el terremoto de 2010, pero también en otros momentos sin un patrón definido, y siempre comienzan por el robo de bienes electrónicos, ropa y otros productos no esenciales para la subsistencia.

Dichos rasgos parecen significar que la motivación básica de las personas por participar en estos saqueos no es protestar contra la esencia del modelo chileno, sino que aprovechar la oportunidad para cubrir una necesidad que este sistema les ha creado y que para la mayor parte de los chilenos no es fácil satisfacer: la necesidad de consumir. El sistema económico social que se construyó en Chile se basa en implantar la necesidad de consumir en la población, con el despliegue de un sistema de publicidad que equipara felicidad, juventud y belleza al consumo de bienes tales como tecnología de ultima línea, ropas de marcas reconocidas, perfumes u otros bienes no esenciales y generalmente de gran valor. Esta ideología, sin embargo, contenía una bomba de tiempo en su diseño, ya que para una parte importante de la población sus ingresos no les permiten realmente cubrir dicha demanda cultural; no al menos sin tener que recurrir al endeudamiento usurero.

Evidentemente esta insatisfacción requiere de otros elementos para que una persona perciba que es correcto robar cuando sumarse a una turba le asegura impunidad, entrando en juego al menos otros dos factores. Por un lado, la exacerbación del individualismo, parte de la ideología imperante, propone que las necesidades del individuo están por sobre las necesidades de la comunidad, de manera tal que sí yo he satisfecho mis demandas no me importa que los demás no lo puedan hacer, tal como ocurre si saqueo y destruyo el comercio de mi barrio. Por otro lado, la extensión de casos de corrupción en la cúpula política y militar, la desigualdad en la aplicación de sanciones legales a ricos y pobres o el desprestigio de la cúpula de la Iglesia, han conducido a una marcada anomia o pérdida de adhesión a las normas sociales básicas, siendo claro para las personas que sí los poderosos no cumplen las normas, por que han de cumplirlas ellos.

De esta manera la coincidencia de los factores detallados señala que estos actos de saqueos no son producto de escasez, hambre o miseria, sino que son consecuencia directa de la frustración por la falsa promesa del sistema neoliberal chileno; entregar bienestar por medio del consumo para todos. Es más, estas mismas razones, junto al iluso prohibicionismo de la venta y consumo de ciertas drogas, son las mismas que explican porque no ha sido posible derrotar el crecimiento de la delincuencia. 

 

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