Estamos viviendo días históricos y complejos en Chile. Días donde la rabia, la pena, la frustración y también la esperanza, se mezclan. Días que probablemente marcarán un antes y un después en nuestra convivencia nacional.
Estos acontecimientos no han dejado indiferentes a nuestra comunidad universitaria. En nuestra historia como universidad, a partir de las instituciones que nos precedieron –especialmente ILADES y el CIDE– hemos estado estrechamente vinculados al destino del país. En los años 60 estas instituciones estuvieron presentes en importantes transformaciones sociales y culturales. Durante la dictadura, les tocó –como a todos– acompañar al país en momentos de dolor y desolación. En los 90, aportaron con nuevas políticas educacionales y sociales. A partir de la fundación de la UAH, el año 1997, hemos profundizado este compromiso para seguir sirviendo y transformando nuestro país con lo mejor que sabemos hacer, nuestro proyecto universitario.
Como integrantes del Consejo de Rectores, hemos expresado sin ambages tanto el “reconocimiento y valoración del derecho a la protesta social por medios pacíficos en el marco de la institucionalidad democrática”, como el “rechazo categórico y enérgico a las acciones de violencia e intolerancia que hemos observado en las movilizaciones sociales iniciadas la semana pasada”. Hemos afirmado también que “los hechos y conductas observadas, tanto por su masividad y violencia, están dando señales inéditas de un severo deterioro de la legitimidad social y política que supone todo orden institucional eficaz. Se trata, por lo mismo, de una interpelación cívica y moral que las universidades no pueden ni deben ignorar”.
En estos días, hemos vuelto a experimentar la fragilidad del pacto social, del modelo que nos rige y de las instituciones políticas que nos conducen. Los acuerdos y complicidades que hasta hace poco parecían sostenernos, paulatinamente se han visto erosionados por abusos de todo tipo y se van evaporando con facilidad. La reciente Declaración académico/as y funcionario/as de la UAH lo indica con claridad: “nos preocupa la resistencia a abordar (pensar, entender y actuar) el fondo del malestar y descontento, que es aquello que hace y seguirá haciendo insostenible la vida social, y que ha sido señalado como el principal problema en el modelo de desarrollo del país por organismos nacionales e internacionales: la inequidad e injusticia social en Chile”.
Como pocas veces en la historia, tenemos que repensar Chile y proponer soluciones creativas. Estas soluciones tienen que ver con la política, la ética y la convivencia. Las disciplinas que cultivamos en la UAH, las cualidades de su planta académica y de funcionario/as, así como las características de nuestros estudiantes, nos ponen en una posición privilegiada para aportar en esta urgente reflexión. El mejor servicio que podemos hacer al país es seguir cultivando con excelencia nuestras disciplinas, dar la mejor formación posible para construir un país más equitativo y menos sectario y seguir vinculándonos activamente con el medio para aportar con nuestros conocimientos y para nutrirnos de la realidad que nos interpela.
Nuestra primera tarea al retomar nuestras actividades será reflexionar juntos, estudiantes, funcionario/as y académico/as, sobre lo que hemos vivido como país y sobre cómo podemos responder como universidad a estos desafíos.
Eduardo Silva S.J., Rector UAH