Transformar las demandas que estamos escuchando en un nuevo pacto social, requiere de algunos cambios significativos. Uno de ellos es restablecer el voto obligatorio. Es evidente que la clase política se ha desconectado de las demandas ciudadanas y no entiende el actual malestar de la sociedad chilena.
Pero no es evidente que los millones de chilenos que se han levantado estén luchando por el bien de todo el país y no solo por los derechos de cada uno de ellos. Una de las formas de atar los intereses de los ciudadanos a los de sus representantes políticos es el voto obligatorio. Cuatro bienes se consiguen de reponerlo. Primero, fortalecemos nuestro deber con el bien común. Votar es uno de los compromisos más importantes para los ciudadanos que verdaderamente lo ansían. Este nunca podrá conseguirse a través de una suma y resta de intereses particulares. Así funciona el mercado y el consumo. Chile no es un país de voluntarios, sino de ciudadanos. Los chilenos no pueden exigir derechos si no quieren cumplir deberes. Si de la política depende el futuro de los más pobres, ¿no debieran los manifestantes que colman las calles verse obligados a elegir las autoridades que mejor representen la defensa de los más vulnerables?
Segundo, creamos ciudadanía. El voto voluntario fue el precio a pagar para la inscripción automática. Este cambio legal sacrificó la educación cívica y ha sido una señal de exención de responsabilidad, antes que una convocatoria a comprometerse con el futuro de la patria. Puso al mismo nivel dos obligaciones de importancia asimétrica: la de inscribirse y la de votar. Estando ya todos inscritos por la promulgación de la ley, debiera ahora volver a reconocerse el estatuto constitucional que tiene la obligatoriedad del voto. La actual crisis es una ocasión propicia para revertir este error.
Tercero, enriquecemos la concepción de libertad y de sociedad. Han primado concepciones que dañan los vínculos sociales y la política. Las tendencias culturales mundiales nos arrastran a un liberalismo económico, y también político, que nos va haciendo cada vez más irresponsables del país y de nuestros conciudadanos. La liberación del voto coincide con la libertad del mercado para pagar bajos sueldos.
Cuarto, limitamos el individualismo. Sus consecuencias son múltiples y penosas: la atomización de la sociedad ha perjudicado a la misma sociedad; el sentido de una vida compartida se ha diluido. Necesitamos un sentido mayor de comunidad y del prójimo; del valor de la asociación, de los sindicatos, de los partidos y de lo colectivo. Sin estos cauces las primeras víctimas son los más desamparados y los más indefensos.
¿Está dispuesta la ciudadanía, y los políticos que ésta se ha dado, para conjugar los derechos sociales con los deberes ciudadanos? El voto obligatorio es un recurso que pertenece a la mejor tradición que la república ha tenido para obligarse, a sí misma, a protegerse de las dictaduras y del anarquismo.
Rector Eduardo Silva SJ.
Publicado en https://www.latercera.com/opinion/noticia/necesidad-reponer-voto-obligatorio/885457/