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Las desiguales inserciones laborales juveniles en el mercado laboral chileno

Muchos jóvenes, pese a sacar adelante sus estudios profesionales, pasan seis o más meses buscando trabajo o participando de procesos de selección sin resultados, viviendo con angustia la no realización del sueño: Estudian, pero no tienen trabajo. Sus subjetividades quedan colonizadas en función de lo que determina el mercado.

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“Estudia para ser alguien en la vida. Así, podrás ser independiente, comprar tus cosas; si estudias podrás hacer lo que quieras”. Esta es una frase que probablemente más de algún joven habrá escuchado, sea como una aspiración o sueño o bien, como un mandato irrenunciable, bajo la promesa de la educación como una forma de desarrollo y superación.

Pero la realidad de cómo se encarna esta frase es desigual. La juventud no es una sola. Es heterogénea, si consideramos los diferentes niveles de vulnerabilidad, recursos y oportunidades de las y los jóvenes (Saraví, 2009).

Muchos jóvenes, pese a sacar adelante sus estudios profesionales, pasan seis o más meses buscando trabajo o participando de procesos de selección sin resultados, viviendo con angustia la no realización del sueño: Estudian, pero no tienen trabajo. Sus subjetividades quedan colonizadas en función de lo que determina el mercado.

Otros, acceden a trabajos temporales, de bajas protecciones y salarios, buscando esperanzados un mejor porvenir. Como señalan algunas jefaturas, los jóvenes suelen permanecer poco tiempo en sus trabajos. Rotan, probablemente en un intento por escapar de dichas condiciones de trabajo y acceder a mejores oportunidades laborales.

Unos pocos, logran colocarse exitosamente en un mercado laboral, cada vez más competitivo y hostil. Estos afortunados, a menudo son jóvenes profesionales que en un corto periodo de tiempo logran alcanzar puestos de mayor jerarquía, a quienes la empresas valora y se esfuerza por retener (Zavala & Frías, 2018).

La promesa ha hecho lo suyo: Cada vez son más las y los jóvenes que acceden a la educación superior. Tenemos una población joven más educada que las generaciones que le anteceden. Pero quienes tienen diplomas más bajos, suelen ser los más afectados y corren el riesgo de volverse socialmente no empleables. La promesa de que la educación te abre puertas, se desmorona frente a un mercado laboral saturado en el ámbito profesional, acompañado de un desempleo juvenil que hoy es cercano al 18,5% según los estudios realizados por el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile (2019).

En mi experiencia investigando sobre las modalidades de vínculo subjetivo de los/as jóvenes al mundo del trabajo, he visto que en la industria del retail convergen jóvenes de distintos niveles ocupacionales y de calificación. A nivel de la administración del holding, se observa una importante presencia de jóvenes profesionales cuyos trabajos se vinculan a la toma de decisiones en ámbitos especializados del corazón del negocio. Al mismo tiempo, y con condiciones de trabajo diferentes, en las tiendas por departamento y supermercados, se constata una creciente mano de obra juvenil – por lo general de menor calificación en comparación con aquellos que trabajan en el holding – vinculadas a tareas más operativas. Similar a lo que encontramos en una investigación previa en el rubro financiero, pareciera que “unos tienen la posibilidad de crear cosas nuevas, mientras que el otro está todavía en labores más como de darle continuidad operativa al negocio” (Zavala & Frías, 2018). 

Como señala Farrugia (2017), existen diferencias en la valoración de la juventud en el trabajo, donde la valorización de algunos y la desvalorización de otras disposiciones juveniles, configurarían las distintas prácticas laborales, relaciones sociales y experiencias, posibles de observar en el trabajo.

En uno de sus discursos, el presidente de la república señaló, citando a Benedetti, “Cuando creíamos tener todas las respuestas, de pronto nos cambiaron todas las preguntas”. Pero no olvidemos que las preguntas, luchas y demandas que se han sostenido en el último tiempo revelan un descontento que se ha experimentado y arrastrado por años, no en los últimos días: el descontento no es nuevo.

Si bien el presidente señala que tenemos que ver estos problemas como una oportunidad, sabemos que la oportunidad no es precisamente lo que caracteriza la experiencia de los jóvenes chilenos. Muchos de ellos tiene una situación socioeconómica desfavorecida, necesitan contribuir al ingreso familiar o bien, trabajar para financiar sus estudios. Estos jóvenes han padecido el quiebre de las promesas de autonomía, felicidad y progreso, viendo frustrados sus sueños. Pareciera existir razones suficientes para mostrar descontento y movilizarse por ello.

Tal como lo ha señalado en Instituto Nacional de la Juventud (2015), los jóvenes chilenos son los más afectados por el desempleo y la precariedad laboral. Los jóvenes con mayor estatus y recursos tienen la posibilidad de escoger sus trayectorias de vida, a diferencia de aquellos de menor estatus y recursos, que estarían sujetos a las restricciones del mercado, adaptándose – como sea – a fin de hacer frente a la exclusión. Quedan sujetos a las restricciones del mercado, a condiciones de explotación y precariedad, con pegas chicas que se transforman en una condición permanente. Las oportunidades de unos y otros son distintas y se expresan en trayectorias educativolaborales desiguales.

Como hemos constatado en una investigación en curso acerca de la relación de los jóvenes con la autoridad en el trabajo – realizada desde el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder -, vemos que los jóvenes del Chile actual, nacidos en democracia, buscan y exigen igualdad, justicia y respeto en sus relaciones con otros (Araujo, 2016), sean pares, jefaturas o clientes. Nacieron bajo una época que promovía los principios de igualdad, justicia y respeto y, su lucha en los últimos años y hoy, se vincula a aquello. También los jóvenes, crecieron escuchando que ellos mismos son responsables de su futuro, debiendo tomar opciones y definiendo individualmente sus necesidades, proyectos biográficos y orientaciones morales (Araujo, 2016).

Eso es lo que están haciendo. Están asumiendo, activamente, la responsabilidad por su futuro. Hoy, más que nunca, las y los jóvenes, están convencidos de que está en sus manos cambiar su futuro. Les duele el costo de vivir; les duele la pensión que recibirán sus padres; les duele la profunda desigualdad que tenemos como país. La pasión, energía y esperanza, atributos típicamente asociados a la juventud, los motiva a construir juntos, un nuevo pacto social: un Chile más justo. 

Pamela Frías Castro

Académica Facultad de Psicología

Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías del Poder

Universidad Alberto Hurtado

 

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